Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Eritrea, cuya dictadura detuvo al obispo Tsalim Fikremariam, y con él, al sacerdote Mihretab Stefanos y al abad capuchino Abraham.

Al parecer, la detención se produjo a manos de agentes de seguridad eritreos en el aeropuerto internacional de Asmara. El obispo viajaba desde Europa. Actualmente está recluido en la prisión de Adi Abeto junto con los otros dos sacerdotes, recoge Fides.

Se trata de las últimas víctimas colaterales de la guerra del Tigray (región al norte de Etiopía), conflicto en curso desde que en noviembre de 2020 el líder del régimen totalitario etíope Abiy Ahmed Ali ordenó una ofensiva militar contra esta región, recoge Religión en Libertad.

Desde entonces, el ejército etíope y los secesionistas del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray -que gobernaba la región antes de la invasión- mantienen un conflicto que desestabiliza el cuerno de África. Los muertos se cuentan por miles y los desplazados, por millones.

Todo da a entender que su arresto se ha visto motivado por sus contundentes y públicos pronunciamientos frente a la actuación de Eritrea en el conflicto. Aunque las autoridades aún no han desvelado ninguna acusación o el motivo de su detención, fuentes de la Agencia Fides afirman que responde a la denuncia de la participación de Eritrea en la guerra de Tigray, así como de las  violaciones de los derechos humanos en Eritrea.

El sacerdote católico Mussie Zerai, de la eparquía de Asmara, pero residente en Europa, explicó en una carta a Fides hace un par de años el status del país: “El de Asmara es uno de los regímenes políticos más duros del mundo, una dictadura que suprimió todas las formas de libertad, anularon la constitución de 1997, suprimieron la magistratura, militarizaron a toda la población. Una dictadura que, en una palabra, creó un estado-prisión. Los numerosos informes publicados por diversas instituciones y organizaciones internacionales, así como por las más prestigiosas ONG y asociaciones humanitarias, lo han denunciado durante veinte años”.

La hermana se siente dispuesta a lo que venga

Nos vamos ahora a Myanmar (antigua Birmania), donde la misionera Rosalind Arokiaswami, perteneciente a las Hermanas del Niño Jesús, ha decidido permanecer en el país junto a su pueblo. Tras la toma del poder por la Junta Militar, en febrero de 2021, la misionera se preguntó cuál era la opción correcta para ella y decidió confiar en Dios. Vatican News ha recogido su testimonio.

La situación actual del país asiático es tremendamente complicada. Primero fue la pandemia y, después, un golpe militar. El alzamiento desembocó en una guerra civil que, a día de hoy, todavía continúa. Muchas personas escapan a la selva para seguir viviendo, mientras que los católicos, como Rosalind, se convierten en un faro de esperanza. Basta recordar a sor Ann Rose Twang y su valiente gesto de arrodillarse delante del soldado que blandía un fusil.

La hermana se siente dispuesta a lo que venga. "Cuando vi que ya no había vuelta atrás, decidí que estaba preparada para dar mi vida por la gente, sobre todo, por los pobres. Con esta iluminación, de una forma inexplicable y providencial, he sentido dentro de mí una paz, que no había experimentado antes", asegura.

Las protestas en Myanmar se han desbordado en los últimos meses y los militares han empezado a disparar a la multitud que se manifiesta. Muchos jóvenes han perdido la vida, y varias mujeres han sido violadas. La gente huye de las ciudades, mientras queman sus casas. Además, debido a la represión, muchas personas han perdido el trabajo y no son capaces de mantener a sus familias. Es bajo esta terrible tensión, donde la hermana Rosalind realiza su impagable labor como misionera. 

"Podría morir en cualquier momento. Es la realidad que estamos viviendo. Si la voluntad de Dios para mí es esta, estoy preparada. Como Jesús ha dado su vida por sus ovejas, así yo estoy preparada para dar la vida por las personas con las que vivo", relata la religiosa.

La religiosa dijo que la Iglesia no está exenta de ser también víctima de la violencia

Y en Haití, “la Iglesia se ha convertido en una víctima de la violencia”, pues ha sufrido el incendio de una catedral, ataques a las sedes de Cáritas y el asesinato de una religiosa, relató sor Marcela, miembro de la Fraternidad Misionera Franciscana y que por seguridad no ha podido volver al país caribeño, recoge Aciprensa.

En declaraciones a Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), la religiosa relató que llegó a Haití en 2006; sin embargo, desde agosto está en Italia y no puede regresar por la violencia que hay en el país antillano.

Haití se encuentra sin presidente desde julio de 2021, cuando asesinaron al mandatario Jovenel Moïse, y no se han podido realizar nuevas elecciones. La lucha por el poder ha agravado la violencia y las protestas.

“Es toda una pelea horrible. Y el que más sufre es el pueblo. La ciudad está en las manos de las bandas. La gente pasa hambre. Las escuelas están cerradas. No hay trabajo. Los hospitales están cerrando porque no tienen gasolina y diésel para los generadores de corriente. Es imposible vivir en estas condiciones”, señaló Sor Marcela.

La religiosa dijo que la Iglesia no está exenta de ser también víctima de la violencia. Recordó que el 25 de junio de 2022 asesinaron a la religiosa italiana Luisa del Orto, quien tenía 20 años en Haití.

Dos semanas después incendiaron la Catedral de Puerto Príncipe y los atacantes “intentaron matar a los bomberos que llegaban para apagar las llamas. Después con un camión, intentaron destruir los muros de la catedral”, señaló.

Asimismo, denunció “en Port-de-Paix o Les Cayes, y en otras ciudades del país, atacaron los edificios de Cáritas llevándose todo lo que había, todas las ayudas humanitarias que llegan y destruyendo las oficinas de sus empleados”.

Sobre sor Luisa del Orto, la religiosa afirmó que “era más que una amiga para mí. Cuando me dieron la noticia, caí de rodillas del dolor por la terrible pérdida”.

“No se sabe todavía por qué la mataron. Inicialmente hablaron de que era un robo, pero estoy convencida que alguien pagó para matarla en la calle. Es de verdad un horror”, añadió.

Sor Marcela está en Italia desde agosto. “Me pidieron que no volviera, que era mejor esperar un poco”.

“Entre otras cosas porque hace dos meses que mataron a sor Luisa. No quieren otra hermana mártir en este país. Así me he quedado a la espera. Es muy difícil para un misionero estar fuera de su país. Eso es muy duro. Pero tengo la certeza de que el Señor me está pidiendo eso”, afirmó.

En sus declaraciones a ACN, la religiosa pidió no olvidar a Haití, pues “parece que en el mundo nadie está interesado por lo que está pasando” en este país.

“Claro, hay muchos otros problemas en el mundo. Sobre todo en Europa, el mundo está mirando lo que está pasando en Ucrania y en Rusia con mucho miedo. Pero no se deben olvidar de otras poblaciones del mundo, como Haití, que viven una situación de guerra no unos años, sino toda la vida”, señaló.