Hecho real. En un colegio madrileño, un sacerdote entra en la capilla (sí, todavía hay colegios con capilla y con capellán) y se encuentra un espectáculo sorprendente. De espaldas al Sagrario, justo delante del altar, se encuentra a una niña, de apenas cinco años, de pie, observando al público a esa hora inexistente.

El malpensado cura sospecha que la muy curiosa ha querido ver el aforo como lo contempla el sacerdote desde el altar y, con cara de pocos amigos le espeta:

-¿Qué haces aquí?

A lo que la niña, sin inmutarse, responde: 

-Le estoy enseñando mis coletas a Jesús.  

Natural. Para una niña de cinco años puede que no haya nada de más valor que sus coletas. Y se lo quería enseñar a Cristo, para lo cual, es evidente, hay que ponerse de espaldas al Sagrario porque las coletas se trenzan en la parte posterior del cráneo.

He leído más de un tratado sobre la oración, la oración mental, pero ninguno tan sólido como éste. La cría había comprendido mejor que muchos cristianos viejos la naturaleza, y la necesidad, de la oración mental. Sólo quien sabe, y aquella cría lo sabía, que orar es hablar con Dios... y que Dios siempre responde... le enseña su tesoro más preciado. Y es evidente que tenía que ponerse de espaldas al Sagrario y delante del altar.  

La oración mental, artículo de primera necesidad en el mundo de hoy. Cura cualquier tipo de patología mental y enseña a ver la realidad tal cual es. Y es gratis.