En el principio, la poesía lo era todo
No parece que sea la poesía el género preferido por los lectores. A veces, da la sensación de que existen más poetas que lectores de poesía. Vivimos en un mundo aparentemente racionalista, que sin embargo se inclina hacia un pensamiento fácil, en el que los receptores de los mensajes están acostumbrados a ser sujetos pasivos que contemplan lo que otros preparan para consumir sin esfuerzo. Para ese grupo de lectores, la poesía resulta un artificio incomprensible de piruetas lingüísticas difícil de entender y casi molesto.
No se ama lo que no se conoce, y no se conoce lo que no se explica. La poesía no es fácil de definir; cualquier definición se queda corta o sólo atiende los aspectos superficiales y formales. Incluso aquellos que la aman tienen dificultades para dar una explicación clara.
En el principio, la poesía lo era todo. La literatura no era otra cosa que poesía. Es más, era el medio utilizado para transmitir el conocimiento, antes incluso de que la escritura existiera. Antes de la escritura, la transmisión de ideas o conocimientos se realizaba de forma oral y, para ello, había que memorizar el mensaje. La poesía, con su construcción a base de versos, de estrofas con sílabas medidas, de ritma y de ritmo, se convirtió en el instrumento ideal para la transmisión de la cultura, el saber y la historia.
Cuando evolucionó, había tres formas fundamentales de recitar: acompañado de una lira para cantar los poemas, dedicados al amor, los sentimientos y las emociones, que dio lugar al nacimiento de la Lírica; escenificando mediante actores situaciones atribuidas a personajes, que dio lugar al nacimiento de la Dramática; y por último recitando hechos e historias del pasado, que dio lugar al nacimiento de la Épica.
Al difundirse la escritura y, sobre todo, una gran mayoría aprendió a leer, la poesía perdió su valor como instrumento de memorización y se generalizó el uso de la prosa. La poesía entonces quedó relegada a un espacio propio en el que mantuvo sus aspectos formales de construcción en versos, estrofas, poemas, con especial cuidado de la acentuación, rima y ritmo. En la actualidad, estos condicionamientos estético-formales pensados para facilitar la memoria, se han superado para dar paso a una forma propia de expresión, libre ya de dichos cánones.
Cabe preguntarse entonces qué entendemos por poesía.
Comencemos por decir que el lenguaje no está concebido para expresar lo que la poesía es capaz de transmitir con el lenguaje. La poesía lleva al lenguaje más allá de sus propios límites, hasta construir nuevos y sorprendentes significados que no habríamos sido capaces siquiera de sospechar.
Debemos tener en cuenta que las palabras están construidas para transmitir el mensaje en términos racionales y su orden en el contexto de cada frase busca esta comunicación racional. Pero no debemos olvidar que la mente del ser humano no es sólo razón consciente, sino que en nosotros existe también el inconsciente y el subconsciente. Además no sólo estamos definidos por nuestra razón, sino por ser capaces de sueños, contradicciones, fantasías y pensamientos irracionales.
Pues bien, sólo existe una forma de comunicar dirigiéndose a la persona como un todo integral utilizando la palabra, y esa forma de comunicar es el lenguaje poético.
Naturalmente conseguir semejante objetivo, obteniendo de las palabras toda la belleza que se le puede arrancar, combinándolas de forma que produzcan nuevos significados para los que ni siquiera están pensadas, produciendo sensaciones, sentimientos y emociones nuevas en quienes las leen, constituye un verdadero arte dirigido a sugerir, fascinar, evocar inspirar, intuir la esencia misma de las cosas, facilitando la percepción de todo ello, como una experiencia intima de lo que somos, porque de otro modo, aspectos esenciales de cuanto nos rodea quedarían ocultos e ignorados para siempre, ya que la observación y el lenguaje racional no puede captarlos ni expresarlos.
Si no se tiene esto en cuenta, la poesía aparecerá como un ejercicio incomprensible e inútil, una pérdida de tiempo carente de valor, un ejercicio amanerado de quienes sólo pretenden retorcer el lenguaje. Si se sabe reconocer el valor de la poesía, se dispondrá de un instrumento casi mágico para percibir, sentir, comprender, evocar, intuir y observar aspectos del mundo y de nosotros mismos que trascienden a la mera observación objetiva y que de otra forma escaparían a nuestro conocimiento.
En un principio, la poesía lo era todo. Hoy está relegada a una posición residual, y se nota, porque el ser humano podría ser mejor y no lo es.
De la tertulia Académicos