Dice la ministra de Sanidad, Carolina Darias, lo mejor de lo mejor, que el Gobierno no dice nada sobre la prohibición de entrar en establecimientos públicos (un cine, un bar, un gimnasio) si no estás vacunado y/o con el carnet sanitario en la boca. Ahora bien, como ella es muy respetuosa con la gobernanza, graciosamente concede que si las comunidades autónomas -motu proprio- insisten en establecer esas prohibiciones pues claro, ella no se opondrá. A esto es a lo que Darias y el Gobierno llaman cogobernanza y el resto le llamamos mucha cara.

En Italia, país un poco menos amodorrado que España, el personal se ha lanzado la calle para protestar precisamente contra eso: la mordaza sanitaria. Y RTVE, siempre atenta al sentir de los pueblos, nos recuerda que cada día aumenta el número de países, casi todos dictaduras, que ya han impuesto la vacunación obligatoria.

Mientras, las cifras no van bien: más contagios aunque no más muertes. Contagios a más y en pleno verano: es decir, que seguimos sin saber nada del virus. Y contagios de vacunados: comienzan las sospechas- Que las vacunas ayudan parece claro que sea la conclusión no lo es tanto

Gobiernos más o menos dictatoriales y empresas privadas democráticas practican esta tiranía sanitaria. Por ejemplo, la peste de la sociedad audiovisual, el chico de Netflix, el filántropo Reed Hasting (lo de filántropo no es coña, así le gusta que le llamen) obligará a vacunarse a todos sus trabajadores. Sí, pueden acudir a los tribunales pero también pueden perder su trabajo.

Ante todo, libertad.

Mientras, las cifras no van bien: más contagios aunque no más muertes. Mientras, las cifras no van bien: más contagios aunque no más muertes. Contagios a más y en pleno verano: es decir, que seguimos sin saber nada del virus. Y contagios de vacunados: comienzan las sospechas- Que las vacunas ayudan parece claro que sea la conclusión no lo es tanto. 

Y la tentación, lógica, es pensar que si el virus no es mortal, a lo mejor merece la pena pasarlo sin vacuna y crear los propios anticuerpos. Sí, es un riesgo, como la vida misma.