Decíamos ayer en este Diario de Pandemia que el Covid sigue dando miedo pero empieza a dar risa. Como esto es mucho más que los que los rectores de esta tiranía sanitaria están dispuestos a permitir, el pasado miércoles vivimos una verdadera embestida, especialmente en Europa, donde se hablaba de tsunami global del cóctel Delta-Ómicron: ¡temblad malditos!

Pues bien, el jueves la consigna era otra: la vacuna no basta. Pero hombre, no me habíais dicho que la vacuna era maravillosa, la solución final contra el virus. Pues mira que no, que ahora resulta que la tercera dosis de Pfizer, que la multinacional ya ha vendido, no basta y que, además, pueden surgir complicaciones para los que hayan recibido AstraZeneca, complicaciones lo suficientemente fuertes como para amedrentar pero no demasiado fuertes como para desacreditar a las vacunas.

Y ojo con el que se atreva, no ya a desacreditar, sino tan siquiera a discrepar: el ministro alemán quiere censurar a Telegram, porque este reducto de libertad frente a la censura de Facebook y compañía, permite críticas a la doctrina oficial imperante sobre el Covid. Y claro, eso no puede ser. 

Lo más grave: ha nacido la vacunación infantil de un jarabe no probado. Eso antes era sagrado

La revista Ahora explica por qué la vacunación infantil no debería haber comenzado, Sin embargo, ahora es la estrella de la fiesta, con un montón de televisiones emitiendo a niños petardos que nos explican que llevaban tiempo esperando su oportunidad  para vacunarse.

Es difícil luchar contra el Nuevo Orden Mundial (NOM) que ha optado por convertir el Covid en uno de sus nuevos mandamientos para lograr una sociedad sumisa. 

Google despide a sus trabajadores que se nieguen a vacunarse. Esto es grave, por dos razones:

1.Porque resulta un chantaje para los  trabajadores. Estamos en la vacunación obligatoria, por más que se niegue.

2.Porque demuestra que Google sigue los dictados de ese Nuevo Orden Mundial (NOM) que tiende a ser obligatorio.