Lo dijo el lunes, la inefable ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez: ahora se permitirá que los familiares acompañen a los viajeros en el interior de las terminales de los aeropuertos pero nada de quitarse la mascarilla. El tapabocas seguirá en su sitio, en interiores. Curioso, porque todo esto lo explica a cara descubierta a unos periodistas obligadamente embozados, en la sala de prensa de La Moncloa, un habitáculo de lo más interior. Al parecer, la ministra Isabel no lo hace “por los demás”. 

Se reducen las restricciones pero no las mascarillas, que es la señal de sumisión

Pero lo grave es que, aunque esta chica es difícil de entender, porque habla muy mal, tal parece que la idea del Gobierno es bozal forever. Lógico, con la pandemia, Sánchez, alma de tirano la suya, ha conseguido una sociedad sumisa y el principal signo de sumisión es el embozo, que ni deja respirar, y que dispara la cobardía de algunos y el espíritu pusilánime de todos.

La delegada del Gobierno en Madrid, Merceditas González, no perseguirá a los jóvenes borrachos del botellón. Adoptará otras medidas más sociales.

Al tiempo, nos enteramos de que Pfizer controlará más de la mitad de todo el mercado mundial de vacunas. Curioso.

Y luego está el problema de los botellones, convertidos en violencia urbana. Ojo, las curdas juveniles de antes de la pandemia no eran tan violentas.

Botellones

La delegada del Gobierno en Madrid, Merceditas González, no perseguirá a los jóvenes borrachos del botellón. Eso no sería democrático. Adoptará otras medidas más sociales. No sabemos cuáles son pero la revelación se espera a cada instante.