Parece que se ha silenciado el griterío del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, convertido en aquelarre de todas las bobadas feministas e inicio de la guerra de sexos, la guerra más estúpida que hayan visto los siglos. Y el asunto es sencillo: hombre y mujer no pueden ser más distintos ni más complementarios. Iguales en dignidad, claro, porque ambos han sido redimidos por Cristo y convertidos en hijos de Dios, pero en nada más. 

Hablamos de una igualdad de derechos, porque hombre y mujer son hijos de Dios, pero no de deberes, dado que los deberes pertenecen a la naturaleza. Ejemplo: aunque nos llenemos la boca con la palabra conciliación, en materia de procreación y educación, por mucho empeño que ponga el hombre, jamás podrá hacer lo que hace la mujer.

Más: en materia de matrimonio y pareja, la atmósfera cultural dominante nos habla de un hombre no sometido a la mujer y de una mujer no sometida al hombre. Pues bien, esto es falso. El matrimonio no es más que entrega. Por tanto, la fórmula cierta es la de San Juan Pablo II, cuando hablaba de sumisión recíproca, la mujer sometida al varón y el varón sometido a la mujer porque así lo han acordado ambos, libremente... y porque es lo lógico dado que el uno se ha donado a la otra y la otra al uno. Es más, ya no se pertenecen, pertenecen al otro. 

Por lo demás, hombre y mujer no pueden ser más desiguales.

1.En corazón. Dice Clive Lewis: una mujer entiende por desinterés tomarse molestias por los demás. Un hombre entiende por desinterés no molestar a los demás. Juega con esto y lograrás que ambos sexos consideren al otro radicalmente egoísta

2.En cabeza: el pensamiento femenino-inductivo se opone al pensamiento masculino-deductivo. Tranquilas, chicas, el pensamiento inductivo, aunque muy mal visto antaño, hoy es considerado lo más profundo: es más la gente confunde le pensamiento inductivo con el positivismo y éste con el pensamiento científico. 

Lo mismo: juega con esta diferencia y conseguirás que cada sexo considere al otro, en el mejor de los casos, limitado, en el peor, totalmente idiota.

Considerando todo lo anterior, todo esto me lleva a la mayor oposición al feminismo y su influencia sobre la crisis familiar, tomando por bandera a Chesterton: "Conozco a muchos matrimonios felices pero ninguno compatible".