El cardenal arzobispo de París, Jean-Marie Lustiger, judío, concedió, en los años 80 del pasado siglo, un libro-entrevista -La elección de Dios- a dos sociólogos-periodistas, Jean-Louis Missika y Dominique Wolton, creo que también judíos. En un momento dado surge el espinoso asunto del fin del mundo, y el cardenal habla de que antes de ese día, llegará la conversión del pueblo judío. En esos momentos uno de sus entrevistadores, cachondo él, le interrumpe:
-¡Ah, pero si el pueblo judío debe convertirse antes, entonces queda muchísimo tiempo para el fin del mundo!
Pues bien, a pesar de la ironía, una constante de la teología católica, enseña que antes de la Segunda Venida de Cristo -que, por cierto, a lo mejor es cosa y tiempo distintos al fin del mundo- llegará la vuelta del pueblo judío al redil del buen pastor... sin lanzar dentelladas contra el Buen Pastor. A fin de cuentas, los judíos fueron el pueblo elegido y eso imprime carácter.
Conclusión, ante el antisemitismo creciente... no juegues con los judíos: tienen un papel que desempeñar en el acto final de la historia. No en vano, han sobrevivido a lo que ningún otro pueblo ha subsistido, siempre rodeados de enemigos.
No vaya a ser que estemos repitiendo, también los cristianos, el error de aquel Sanedrín, que quería matar a los apóstoles y a los que un sensato doctor de la ley advirtió: dejarles en paz. Si esto no es de Dios se diluirá en seguida, pero si lo es... estaréis haciéndole la guerra a Dios.
Y eso siempre resulta peligroso.
Dejad a los judíos en paz.










