La emergencia de la alianza estratégica entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte, conocida por el acrónimo CRINK, se está consolidado como la reconfiguración geopolítica más significativa de la década contra Occidente. Denominada también como el "eje de la agitación", esta agrupación surgida a raíz de la invasión de Rusia en Ucrania en el 2022, no se define por una ideología común, sino por una oposición antagónica a la hegemonía occidental liderada por EEUU y sus aliados. 

Su génesis es puramente pragmática: una convergencia de intereses autocráticos que buscan activamente desmantelar lo que perciben como "modelos eurocéntricos y euroatlánticos obsoletos" para forjar un nuevo orden mundial multipolar. El “cuarteto del caos” intercambia alimentos, petróleo, armas, apoyo diplomático y asistencia militar fuera del alcance de las sanciones occidentales.   

El factor unificador central de CRINK es el antagonismo hacia Occidente. El presidente chino, Xi Jinping, ha denunciado la "intimidación y el doble rasero" (bullying and double standards) de ciertas potencias occidentales a la hora de abordar focos de tensión (osea conflictos) en distintas partes del globo. Con este discurso, Pekín busca posicionar a China como la cabeza de león de una nueva potencia mundial para los países en desarrollo, intentando crear una agenda en común. La alianza es, por tanto, de conveniencia estratégica, cimentada en el hecho de que sus miembros son "adversarios o a disgusto con la actuación de EEUU", en especial de la Administración de Donald Trump.

Para la OTAN, el CRINK representa un riesgo sistémico debido a su capacidad para coordinar acciones militares, tecnológicas y económicas que socavan la seguridad euroatlántica e inmiscuirse en algunos conflictos logísticos en Ucrania, Gaza, etc. “Putin no está solo” llegaron a afirmar en Bruselas. Otras fuentes como el Consejo Atlántico lo tildan de “mercado común de autocracias”.

La alianza es, por tanto, de conveniencia estratégica, cimentada en el hecho de que sus miembros son "adversarios o a disgusto con la actuación de EEUU", en especial de la Administración de Donald Trump.

El eje anti-occidental proporciona resiliencia económica frente a las sanciones. El acuerdo entre la estatal rusa Gazprom y China para la construcción de un nuevo gasoducto es el ejemplo más claro. Este proyecto permite a Moscú redirigir hasta 50.000 millones de metros cúbicos de gas anuales hacia el mercado chino, compensando pérdidas en Europa y mitigando el efecto de las sanciones occidentales por invadir Ucrania.

Según las cancillerías occidentales, Irán y Corea del Norte brindan además apoyo militar a Rusia en Ucrania. Al parecer se ha documentado la transferencia de drones iraníes (Shahed) y el suministro de grandes cantidades de municiones y proyectiles de artillería norcoreanos. Esta asistencia material puede alargar la duración de la guerra en la periferia europea y expone las debilidades logísticas de la OTAN para sostener el apoyo a Kiev.

Otro de los beneficios de la alianza CRINK es que logran una plataforma para coordinar posturas diplomáticas, asegurándose rutas energéticas y flujos de material militar fuera del control de la OTAN. Esta proyección de fuerza, validada en cumbres de alto valor simbólico, como la reunión de Putin, Kim Jong-un y Masud Pezeshkian en Pekín el pasado mes de septiembre, con motivo del  80º aniversario de la rendición de Japón y el final de la II Guerra Mundial en el Pacífico, desafía su aislamiento diplomático.

De ahí las preocupaciones en otros aliados. Japón ha declarado en clara alusión al CRINK que se enfrenta al "entorno de seguridad más grave y complejo desde la II Guerra Mundial" para la seguridad de su archipiélago. En especial la cooperación militar entre Rusia y Corea del Norte, porque el acuerdo prevé asistencia mutua en caso de ataque militar. Además Tokio ha denunciado  las maniobras militares conjuntas de Rusia y China cerca de su territorio, incluyendo el despliegue militar ruso en las islas Kuriles del sur (disputadas con Japón).

Debilidades y retos para Europa

Mientras los países de la OTAN disputan subir el gasto en defensa, Japón no ha dudado en duplicar su partida ante las nuevas amenazas en la región, además de reforzar su cooperación con EEUU dentro del grupo Quad (junto con Australia e India) para contrarrestar la influencia china en el Indo-Pacífico.

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Fuente: Atlantic Council 

Aunque ciertos analistas sostienen que la estructura de CRINK impide equipararlo a un pacto formal de defensa, estos no descartan que algún día terminen haciéndolo siguiendo el modelo de asistencia militar entre los miembros de la OTAN o antiguamente el Pacto de Varsovia. La dependencia económica de China es, quizás, su mayor fragilidad, ya que le otorga a Pekín un poder de veto de facto sobre la profundidad de la alianza, una posición que China maneja con cautela para evitar sanciones secundarias masivas de Occidente.

Por ello existe en Occidente el temor fundado que se prolongue el conflicto ucraniano con el apoyo militar del CRINK a Putin y se vuelva aún más costosa para la Alianza Atlántica. Otra preocupación adicional es la asistencia de Rusia y Corea del Norte a Teherán en su programa nuclear iraní para el desarrollo de armas atómicas contra Israel e intereses occidentales. 

Durante el reciente viaje de los Reyes de España a China, Pekín hizo gala de su nueva diplomacia para ganar influjo mundial, al afirmar el presidente chino, Xi Jinping: “China está dispuesta a trabajar (junto con España) para construir una Asociación Estratégica Integral más firme en su orientación, más dinámica en su desarrollo y con mayor influencia internacional, con el fin de contribuir de forma aún más significativa a la prosperidad, la paz y el desarrollo del mundo”. 

El ascenso de CRINK presiona a países tradicionalmente no alineados, como India, que ante fricciones con Occidente (por ej. aranceles), pueden reparar relaciones con China o reunirse con Vladimir Putin sin esconder nada, debilitando la influencia europea así como la defensa de la OTAN.

La constante amenaza de ciberataques, guerras híbridas, lavado de dinero y operaciones de desinformación coordinadas por los servicios de inteligencia de Rusia y China, sobre todo en el flanco oriental de la OTAN, apunta a socavar la infraestructura crítica y la cohesión democrática europea. 

La Alianza Atlántica parece haber tomado nota del desafío que representa el “cuarteto del mal”. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha advertido que el bloque "se está preparando para enfrentamientos a largo plazo. No podemos ser ingenuos, debemos estar preparados". 

Existe en Occidente el temor fundado que se prolongue el conflicto ucraniano con el apoyo militar del CRINK a Putin y se vuelva aún más costosa para la Alianza Atlántica. Otra preocupación adicional es la asistencia de Rusia y Corea del Norte a Teherán en su programa nuclear iraní

Pero pese a tanta seriedad de la amenaza, Europa no parece tomar cartas en el asunto reforzando tanto su soft como hardpower (poderes duros y blandos) sin incrementar sin reparos las inversiones económicas y militares. Al contrario, el CRINK se aprovecha de nuestras debilidades y de priorizar las políticas públicas en asuntos menores como la diversidad, las proclamas woke, los vaivenes en el cambio climático, el debate del huso horario y engordar la burocracia. España es otro buen ejemplo.

Por eso mientras el Gobierno de Pedro Sánchez se niega a cumplir lo pactado en la OTAN de reforzar el gasto en defensa hasta el 5% del PIB a pesar de haberse comprometido a ello, hay líderes políticos como el presidente rumano Nicusor Dan que no esconde el temor por el desafío que representa CRINK, señalando que "el rearme no es una opción, sino una necesidad". 

No le falta razón cuando están al orden del día distintos actos de sabotaje y la invasión de drones rusos del espacio aéreo de varios países de la OTAN oriental en los últimos meses. Un alto funcionario del Departamento de Estado de EEUU ha llegado a confesar: "Vemos una clara convergencia de las amenazas en el Indo-Pacífico y el Atlántico. La asistencia de Teherán y Pyongyang a la máquina de guerra del Kremlin demuestra que el eje CRINK está tratando de desmantelar la seguridad global”.

Para el canciller alemán, Friedrich Merz: "Debemos invertir masivamente en nuestra defensa colectiva y en la ciberseguridad. La alianza de Rusia, China, Irán y Corea del Norte no es solo una amenaza a la seguridad militar sino que es un peligro a la estabilidad de nuestras democracias y economías. La dependencia económica debe reducirse urgentemente".

Según el Consejo Atlántico y ciertos think-tanks, el CRINK lo conforman “autocracias que colaboran, intercambian tecnologías, eluden el derecho internacional, en función de un mundo que ya no contempla la hegemonía occidental”.

Hay que preguntarse si la creciente cooperación militar en el Ártico del “cuarteto del mal” y en particular entre China y Rusia, una región de interés vital para la OTAN, supone otra  amenaza seria para la libertad de navegación de Occidente así como para la soberanía de los miembros árticos de la Alianza. 

En España, ajena como siempre a los naipes de la geopolítica mundial, ni atiende suficientemente los distintos flancos de la OTAN (entre ellos, los del sur por confiar en la buena voluntad de Marruecos) ni en las amenazas en un punto más lejano como es la región del Indo-Pacífico. La tacañería del Gobierno Sánchez a la solidaridad atlántica puede pasar factura y, lo que es más grave, que a la hora de la verdad no cuente con la asistencia de la Alianza para defender el territorio español en caso de conflicto externo.

La tacañería del Gobierno Sánchez a la solidaridad atlántica puede pasar factura y, lo que es más grave, que a la hora de la verdad no cuente con la asistencia de la Alianza para defender el territorio español en caso de conflicto externo​​​​​​​

Otra prueba de la inconsistencia de nuestra diplomacia exterior es que mientras Moncloa reconoce el derecho a la soberanía de Gaza y Ucrania, se lo niega al pueblo saharaui al ceder el control a Marruecos por razones que aún no ha explicado y se niega a hacerlo.

Los vaivenes en política exterior española y el disenso con el tema de la compra del gas ruso (cuyo montante es superior a las ayudas a Kiev), el antisemitismo contra Israel, el alineamiento con Hamás e Irán, los acuerdos comerciales con China a través de Huawei a pesar del malestar en Washington y el resto de la OTAN/UE, no auguran nada reconfortante cuando Sánchez se preocupe y tome posición sobre el CRINK. Conociéndole será capaz de afirmar un día que es un riesgo en la línea de los aliados, y al día siguiente, pactar acuerdos multilaterales con ellos sin el consenso de Bruselas si es menester para complacer a socios anti-atlantistas y comunistas en el seno de su coalición de investidura.   

Tampoco se conoce una postura en el vocabulario del PP de Nuñez Feijóo en la oposición respecto a la alianza del CRINK.  A menudo sus críticas a Moncloa se centran en la "ambigüedad" o "falta de liderazgo" del Gobierno en política exterior, pero no parece que ningún portavoz haya deparado en siquiera mencionar las amenazas del nuevo eje que otras cancillerías occidentales detectan. No está mal para aspirar a gobernar. 

El partido Vox de Santiago Abascal por lo menos alude al asunto con una retórica más directa y de confrontación con aquellos actores internacionales que considera una amenaza para la civilización occidental, incluyendo activamente a China, Rusia e Irán en su discurso como un "eje de fuerzas antiliberales".

Con o sin partidos de oposición, la verdadera amenaza de Europa no es solo la irrupción de un nuevo bloque de países antagónicos a Occidente, sino la irrelevancia avanzada de los valores y espíritus europeos en casi todos los frentes mientras otros toman el relevo. Normal que la Administración Trump le quiera dar la espalda cada vez más a Europa con tanta narrativa embarazosa. Como escribía el medio italiano Linkiesta:Si las democracias (occidentales) no saben defender el orden liberal con coherencia y previsión, corren el riesgo de presenciar el nacimiento de una nueva internacional autoritaria”.