Afganistán. Ese mundo que expele olor a muerte y terror.

No soy experto en geopolítica ni tampoco en cómo se mueve Oriente en términos generales, sus problemas tribales, persecuciones e imposiciones religiosas, y ni mucho menos en lo que podríamos decir historia de un pueblo. Apenas soy un observador más. Pero este defecto, si lo podemos llamar así, posiblemente será la virtud de este artículo porque no haré más que reflexiones de las que el noventa por ciento de la sociedad se hacen porque en este caso, creo, todos estamos igual de perdidos, al que incluyo a Pedro Sánchez, nuestro presidente, a juzgar por su rápida reacción que ha tenido sin dejar la tumbona veraniega.

Para empezar y para centrar el argumento, vamos a definir los principales actores: Afganistán, Joe Biden, los talibanes, China, Rusia y Europa. Afganistán es un terruño enorme, casi feo, poseedor de muchas riquezas naturales, entre las que se incluye petróleo y gas, ejes energéticos del que todavía dependen todos los países avanzados para seguir manteniendo su alto, y carísimo, nivel de vida y producción industrial; pero también son tenedores de piedras preciosas, cobre y litio, que por cierto es el material imprescindible para el desarrollo actual de las altas tecnologías como teléfonos móviles, equipos médicos de reconocimiento o el conjunto de técnicas militares… ¡Ahí es nada!

Joe Biden, de mentalidad progre, buenista y pragmática, que ha llegado a la presidencia empujado por un tsunami de dudas sobre higiene democrática de las elecciones que le han otorgado la Casa Blanca, decide retirar las tropas de 20 años, millonarias inversiones y más de 2.300 hombres muertos por intentar conseguir… no sé a juzgar por sus declaraciones. Atentos a sus frases de oro con las que justifica esta decisión: «No fuimos a Afganistán a construir la democracia». ¿En serio? ¿20 años para qué, señor presidente del mundo? La otra frase sobre el objetivo de Estados Unidos: «Sigue siendo hoy y ha sido siempre evitar un ataque terrorista en suelo estadounidense». ¡Pues amigo, vaya objetivo diluido en un vaso de agua…! Es decir, que no lo hacía por la paz mundial, la justicia humana que bien podrían ser motivos universales, sino que se trataba de personalismos particulares.

Por su lado, los talibanes han tardado cero-coma en tomar posiciones, hacerse con los 18.000 millones de dólares en armas que EEUU había entregado a los 300.000 soldados afganos que habían entrenado militarmente -que ahora serán parte de sus tropas- y sentarse en la mesa presidencial. Claro, ha sucedido todo lo que tenía que suceder según Biden: no querían crear un estado democrático y proteger a su país de un ataque terrorista. Por lo menos, y siendo benévolo, es contradictorio el dicho con el hecho.

Y mientras Kabul es arrasado por el terror talibán, el consulado de China es el único que sigue trabajando con normalidad, quizá porque son los únicos a los que no ha sorprendido nada de lo que está sucediendo y espera que «las buenas relaciones cordiales sigan siendo como hasta ahora», a la vez que declara que Taiwán está puesto en su mirilla y que la presencia de flotas americanas son una declaración de guerra directa. Sea o no sea un aviso a navegantes, nunca mejor dicho, para los chinos no hay movimientos de bondad, solo miran a su propio yo y poder se hable de tecnología, mercados internacionales o personas, porque China tiene como objetivo la expansión mundial universal de su poder y lo llevan haciendo décadas apropiándose de la producción mundial capitalista, dependiendo cada vez más de la producción asiática. Donald Trump no era tonto, podrá caerte mejor o peor, pero supo poner límites al dragón rojo.

Rusia es más cauta, pero tampoco ha cortado relaciones con el nuevo gobierno afgano. Sigue con su consulado con el cartel de “abierto”, atento de lo que allí se produzca porque, como todos, también está disponible y dispuesto a las tajadas.

Y en Europa seguimos paseando por el jardín de las delicias, felices, con la vista empañada en el buenismo blando que nos hace débiles y cada vez menos nosotros mismos. Angela Merkel se ha apresurado ya a decir a cuántos afganos refugiados nos toca por cabeza y Hungría también ha respondido a la misma velocidad que no acogerá refugiados y que no están dispuestos a hacer pagar a los húngaros por «decisiones fallidas» de EEUU. Por parte de los Estados Unidos, acogerá solo a 20.000 refugiados pero en campos militares de Afganistán y solo unos 2.200 sí podrán viajar hasta su país.

Europa somos nosotros y podemos seguir pensando, como hace la izquierda retrógrada y engañada, que la culpa de todo esto la tiene la foto de las Azores. Mientras, seguimos sin reaccionar y como en otras ocasiones queramos curar nuestras culpas de conciencia lloriqueando por los pasillos de Bruselas, pero para entonces es posible que las consecuencias hayan explotado en nuestras manos.

Otra nueva muestra de este gobierno de la mentira demuestra su incapacidad de gestión. Pedro Sánchez, tres días después de la erupción talibana, había escrito tres tuits y se había reunido con su ministro de Exteriores por videoconferencia pero en alpargatas. No se asusten, está esperando a que le digan desde las oficinas centrales de George Soros y los burócratas de Europa, qué tiene que hacer.

China (Almuzara) de Luis Palacios Bañuelos y Raúl Ramírez. Hoy, los chinos y lo chino están presentes en nuestras vidas. Lo evidencian su presencia en nuestras ciudades, sus negocios y sus productos que invaden nuestros mercados. China ha vuelto al mundo tras casi dos siglos de humillación con la desconfianza de Occidente y desconfiando de Occidente; pero ¿qué sabemos del gigante asiático? Los últimos acontecimientos de la actualidad nos obligan a mirar un poco más allá de lo que nos cuentan en los medios.

Geopolítica de los islamismos (Rialp) de Anne-Clémentine Larroque. Este título lo he citado en otras ocasiones pero si alguna vez estaba justificado, es esta. Un libro con un estudio importante donde los intereses religiosos y culturales se cruzan con los de intereses políticos y de poder sabiendo ellos que su posición geográfica, casi más que las riquezas propias, tienen un valor muy relevante.

El naufragio de las civilizaciones (Alianza) de Amin Maalouf. No puedo dejar de recordar este título que en 2019 anunciaba la hecatombe de las civilizaciones postmodernistas tal y como las conocemos. El autor, libanés y estudioso de política y economía, hace un repaso a la totalidad de cómo hemos llegado hasta aquí apuntando las razones más llamativas: la desconfianza hacia el “Otro”, la xenofobia, la intolerancia política y religiosa, el populismo, el individualismo y la insolidaridad del nacionalismo, el racismo…