El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escenificó -con una apisonadora- la primera destrucción pública y simbólica de 1.377 armas incautadas en los años 80 y 90 a comandos terroristas, en su mayoría de ETA, y al que no acudió ningún líder de la oposición ni los expresidentes del Gobierno, todos ellos invitados. Un ridículo y una sobreactuación absoluta, digna del vanidoso que es Pedro Sánchez.