Los niveles globales de actividad física no han mejorado desde 2001, según la publicación científica 'The Lancet Global Health'.
Pese a que a muchos les sorprenda, expertos aseguran que el sedentarismo y los malos hábitos alimentarios son una epidemia, la principal epidemia de este siglo XXI, y no la obesidad, pese a la creencia popular. Por ello defienden que el cambio de estilo de vida de los pacientes, tanto desde el punto de vista de la alimentación, como del del ejercicio físico, se debe abordar de manera personalizada y multidisciplinar.
Así, la doctora Clotilde Vázquez, de la Fundación Jiménez Díaz, defiende que las personas que padecen sobrepeso u obesidad requieren de un diagnóstico preciso y de un plan de tratamiento individualizado e integral.
La jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del hospital y directora del Instituto de Sobrepeso y Obesidad defiende que para diagnosticar la obesidad y acertar con el tratamiento, no sólo se trata de una cuestión de estilo de vida, sino que existen más factores que se deben abordar. “Hay que ver qué elementos están operando en cada individuo y qué mecanismos están conduciendo a un almacenaje excesivo de grasa. Existen personas con un componente genético muy importante, y otras en las que éste es moderado pero, en cambio, su estilo de vida es mucho peor, o tienen alguna disfunción metabólica asociada”, agrega.
Es fundamental abordar el cambio de estilo de vida de los pacientes de manera multidisciplinar, incorporando todas las especialidades necesarias para trabajar el problema de forma personalizada
El caso es que hasta un 60% de españoles confiesa que ni siquiera camina, que no hace deporte, que no se mueve; que es sedentaria, vamos. Dentro de este cuadro, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que, al menos, una cuarta parte de la población adulta, unos 1,4 millones de personas, se encuentra en peligro de sufrir diabetes tipo 2, demencia y cáncer, así como enfermedades cardiovasculares por este sedentarismo.
Se trata de lo que se conoce como ‘enfermedades no transmisibles’ que mediante ejercicio físico, se conseguirían prevenir, así como una mejora del estado de salud muscular y cardiorespiratorio, de la salud ósea del cuerpo, se lograría un control de peso o un menor riesgo de hipertensión, por ejemplo.
A su vez, y tal y como advierte la Fundación Española del Corazón, el sedentarismo incrementa el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión, la diabetes y el colesterol en sangre. “Y hasta puede estar detrás de la depresión. La inactividad física es el cuarto factor de riesgo de muerte más importante en todo el mundo, sólo por detrás de la hipertensión arterial y del tabaquismo, y al mismo nivel que la diabetes”, avisa.
El sedentarismo incrementa el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión, la diabetes y el colesterol en sangre
Lamentablemente, y pese a las advertencias del alto organismo internacional, los niveles globales de actividad física no han percibido una mejora desde 2001, según publicó en 2016 la publicación científica, y con datos de la OMS, 'The Lancet Global Health'.
El caso de la obesidad
Debido en gran parte a ese sedentarismo, muchas personas padecen de sobrepeso y de obesidad, una enfermedad que dispone de aspectos propios cuantificables para su diagnóstico y tratamiento.
A juicio de la directora del Instituto de Sobrepeso y Obesidad de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid “la obesidad no es una epidemia”, frente al sedentarismo y a nuestra forma de comer, que viene impuesta por horarios y por la oferta, que sí que lo son. “Ese sedentarismo nos lleva a engordar, pero no a todo el mundo en la misma medida. Ahí es donde hay que distinguir”, según matiza.
Es por ello por lo que la endocrina ve fundamental abordar el cambio de estilo de vida de los pacientes de manera multidisciplinar, incorporando todas las especialidades necesarias para trabajar el problema de forma personalizada: Endocrinología, Nutrición, Cirugía, Nutrigenética, Ejercicio Físico y Psicología.
Precisamente, desde el citado instituto médico se diseña un plan que incluye una metodología de intercambios de actividad física para conocer cómo se traduce en minutos una determinada actividad, y cómo el paciente puede ir cambiando, así como planificar su día a día.
Los expertos aseguran que el sedentarismo y los malos hábitos alimentarios son una epidemia, la principal epidemia de este siglo XXI, y no la obesidad, pese a la creencia popular
“No es suficiente decirle que haga más ejercicio y coma mejor, sino que hay que conocer cómo abordar su situación de manera precisa, así como organizar su alimentación, para que se adecúe a un patrón que le ayude a quemar grasa”, defiende Vázquez, al mismo tiempo que pone en valor el papel de la nutrigenética, disciplina que ayuda en algunos casos a determinar qué tipo de alimentación y de hábitos vitales pueden ayudar mejor a perder peso a cada persona concreta.
“Sólo en algunos casos se recomienda la intervención quirúrgica para la pérdida de peso (bypass gástrico o sleeve). De hecho, tan sólo entre un 5 y un 10% de los pacientes que acuden a la consulta son tributarios de cirugía. Cuando el objetivo es perder entre 50 y 60 kg de grasa es difícil conseguirlo con tratamiento no quirúrgico; lo cual no quiere decir que de forma previa y posterior a la cirugía no tengamos que actuar médicamente”, señala la doctora Vázquez.
Por otro lado, la también jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz resalta que el abordaje psicológico resulta de gran importancia en la obesidad. “La mayor parte de las personas no necesitan ir al psiquiatra o tomar psicofármacos, pero sí hay que tener en cuenta los factores emocionales, que son contribuyentes, secundarios, o derivados”, afirma la especialista.
En este punto reconoce que, a veces, la ansiedad contribuye al almacenaje de grasa, porque hace comer más, mientras que otras personas están ansiosas o deprimidas como consecuencia de su obesidad; y, “en ocasiones, se juntan las dos cosas”, precisa la experta de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
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