Para descarbonizar hay que electrificar. Y hay que hacerlo en el consumo energético del hogar, en la movilidad y en las empresas. Es la mayor contribución destinada a reducir el impacto negativo en el medio ambiente además de contribuir al desarrollo sostenible. También es la manera más eficiente y, a la larga, la más barata, una vez superemos las tensiones en precios que se están produciendo de manera transitoria por el coste de la transición energética.

La necesidad de electrificar es una conclusión  a la que llegan prácticamente todos los expertos, Lo dice el Foro de la Electrificación y también el Comité de Expertos creado por el Gobierno para la Transición Energética para el que “será difícil alcanzar el objetivo de renovables/demanda final de energía si no se llega a un nivel suficiente de electrificación de la economía”. 

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En estos momentos, la electricidad solo representa el 23% de la demanda final de energía en España y habría que triplicar este porcentaje para alcanzar los objetivos de neutralidad climática de aquí a 30 años, unos objetivos que implican acometer dos grandes transformaciones en la red de distribución eléctrica. “En primer lugar”, explica José Manuel Revuelta, director general de Infraestructuras y Redes de Endesa, “cambiar la generación de electricidad: las grandes centrales se están reemplazando por un número elevado de plantas de generación renovable situadas, en muchos casos, más cerca del consumidor final. Además, crece el número de pequeñas instalaciones de autoconsumo, como las placas fotovoltaicas, y soluciones que buscan almacenar la energía no consumida en el momento…”

“En segundo lugar, hay una mayor electrificación de la demanda, incluyendo nuevos usos de la electricidad, como el vehículo eléctrico, y nuevos sistemas de climatización más eficientes…”.

En este sentido, con las notables reducciones de costes, que hacen a la energía eólica y solar más baratas que la generada por combustibles fósiles en muchas regiones, la electricidad renovable puede reemplazar el uso directo de combustibles fósiles en aquellos sectores que son la principal causa de emisiones de gases de efecto invernadero:

Transporte: los vehículos eléctricos son de tres a cinco veces más eficientes que los vehículos con motor de combustión interna.

Edificios: las bombas de calor usan cuatro veces menos energía que las calderas de gasoil o gas.

Industria: la intensidad de la energía disminuye significativamente con la electrificación de los procesos industriales.

La electricidad representa el 23% de la demanda final de energía en España y habría que triplicar este porcentaje para alcanzar los objetivos de neutralidad climática 

Pero no solamente se trata del impacto sobre los grandes sectores sino también de los beneficios para la vida cotidiana:

Limpiar la energía que usamos: la electricidad producida con una mezcla de energía cada vez más alimentada por renovables, es el único camino hacia un sistema de energía verdaderamente limpia.

Ahorrar dinero en las facturas: cuando los aparatos y traslados son eléctricos, se ahorrar energía gracias a una mayor eficiencia en comparación con otros portadores de energía.

Transformar el hogar en un hogar inteligente: los aparatos eléctricos pueden ser digitalizados mediante tecnologías inteligentes.

Ciudades más saludables, limpias y vivibles: pasar del uso directo de combustibles fósiles a la electricidad llevará a una mejor calidad del aire, gracias a la reducción de emisiones contaminantes locales.

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Paquete climático europeo Fit for 55

No hay duda, a estas alturas, de que el proceso de descarbonización es ya una realidad. Europa está reduciendo cada vez más el consumo de combustibles fósiles que contienen carbono en su estructura molecular y cuya combustión libera, además de energía, gases de efecto invernadero (GEI).

Y ha sido precisamente el sector eléctrico es el que más ha reducido sus emisiones hasta la fecha y el que más lo hará a lo largo de la próxima década por su capacidad para integrar energías renovables.

No debemos perder de vista que, en 2030, la Unión Europea deberá haber rebajado un 55% sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990 y continuar el camino hacia la neutralidad climática que pretende impulsar el paquete climático europeo Fit for 55 presentado por la Comisión Europea el pasado mes de julio.

La intensidad de la energía disminuye significativamente con la electrificación de los procesos industriales

Se trata posiblemente del paquete reformista más ambicioso de la legislatura que, mediante la revisión o aprobación de hasta 13 Reglamentos y Directivas, supone una actualización integral de la legislación de la Unión Europea para alinearla con sus ambiciosos objetivos en política climática. Sin duda, estas reformas afectarán a la práctica totalidad de los sectores económicos, obligando a las empresas a realizar cambios significativos en sus operaciones, a impulsar planes de transformación sostenible y a acometer elevadas inversiones.

La clave del éxito de este ‘paquete climático’ pasa, según la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec), por "eliminar todas las barreras a la electrificación", y garantizar así una transición energética "rentable y eficiente".

Aelec ve necesario además priorizar "la electrificación directa e indirecta de los sectores intensivos en el uso de energía, al tiempo que "se reducen los impuestos y gravámenes sobre la electrificación para dejar de penalizar a las tecnologías más eficientes y nulas en emisiones de carbono".

La Asociación señala que es imprescindible un marco de referencia basado en el funcionamiento de los mercados, "evitando la intervención regulatoria, para impulsar las inversiones en energías renovables".

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A estas inversiones habrá que sumar, según el estudio "Sustainable Paths for EU Increased Climate and Energy Ambition“ (Caminos Sostenibles para Intensificar la Ambición Energética y Climática de la Unión Europea), inversiones adicionales en generación de energía para descarbonizar completamente el sector en la UE que deberán pasar de los 30.000 millones de euros invertidos anualmente en centrales eléctricas, a casi 60.000 millones de euros en el período 2021-2030 y alrededor de 100.000 millones de euros en el período 2031-2050.

El sector eléctrico es el que más ha reducido sus emisiones hasta la fecha y el que más lo hará a lo largo de la próxima década 

Las inversiones en infraestructuras deberán estar en el rango de 375.000 a 425.000 millones de euros durante el período 2020-2030 mientras que las inversiones en usos finales, es decir, las previstas para alcanzar la descarbonización total impulsada por la electrificación en 2050, tendrán que aumentar de los actuales 627.000 millones de euros/año a casi 900.000 millones durante el período 2021-2030 y a 1,1 millón de millones durante el período 2031-2050.