Gilbert Keith Chesterton lo explicaba de esta guisa y lo califica nada menos que de "diabólico". Lo dijo hace ahora 100 años, cuando el problema de las saturaciones no había hecho otra cosa que comenzar... ¡qué hubiera dicho hoy! 

Ojo al dato con la cita: "Esa misma lógica demoniaca empieza a extenderse en todas direcciones. Al igual que existe una máquina para fabricar el bastón, tiene que haber también una máquina para fabricar la máquina. Y como tanto la máquina como el bastón han de venderse con la mayor frecuencia posible, deben romperse con la mayor frecuencia posible. El progreso trastocado e insensato que había comenzado produciendo un bastón imperfecto por medio de un aparato perfecto, puede desembocar en la fabricación de maquinarias cada vez más imperfectas. A ello se añade la venta, que implica inducir a la gente a comprar maquinarias imperfectas como si fueran perfectas; y las fusiones, que significa el asegurarse de que habrá una sola clase de máquina imperfecta; y la publicidad, que entraña la proclamación de esa ridícula situación mediante 10.000 trompetas de bronce, como si estuviéramos en la edad de oro".

Tenemos demasiado dinero en circulación, lo que nos ha llevado a la actual crisis. Y nos sobra información para decidir

Ya de regreso en 2022, China se ha convertido en la primera potencia mundial fabricando chapuzas o copiando chapuceramente lo que encontraba por el mundo. Los chinos todavía adoran más a Mammon, el dios de la avaricia, vulgo dinero, que los occidentales. 

En cualquier caso, lo que Chesterton describe en su época ha degenerado hoy, no en una sino en las tres saturaciones: la productiva (hay demasiados productos), la monetaria (hay demasiado dinero) y la más peligrosa de todas: la informativa, de la que espero este artículo no forme parte: Noooooo, naturalmente que no.

Empecemos por el principio: tenemos demasiadas cosas inútiles, y encima se rompen cada dos por tres. 

China se ha convertido en la primera potencia mundial fabricando chapuzas o copiando chapuceramente lo que encontraba por el mundo

Además, tenemos demasiado dinero en circulación, dinero barato... que es, miren por dónde, lo que nos ha llevado a la actual crisis. Repito: el océano de liquidez en el que se desarrollan nuestras vidas ha devaluado toda la economía mundial. Por esto, es bueno que los bancos centrales fuercen la subida de tipos, aún lo es más que esos mismos bancos centrales dejen de comprar deuda pública a políticos irresponsables que compran el voto cautivo de algunos endeudándonos a todos.

En plata, que el BCE y la Reserva Federal hayan subido los tipos es bueno, a pesar de sus consecuencias negativas, por ejemplo, para quien está pagando una hipoteca. Es bueno porque drena liquidez y la dura crisis económica que ahora sufrimos se debe a eso: al pavoroso exceso de liquidez. 

O lo que es lo mismo: llevamos cuarenta años considerando el dinero como un fin de la economía, cuando sólo es un medio.

Pero mucho más grave que la saturación de productos o la saturación de moneda es la saturación informativa. Me refiero a eso que las mentes más simples -y la simplonería es la nota distintiva del pensamiento moderno- califican como desinformación, postverdad, 'fake news' o simplemente bulos. Porque la información, no ahora, sino siempre, ha estado plagada de mentiras, inexactitudes, sobre todo éstas, y falta de rigor, pero eso no tiene mucha importancia. 

No, no la tiene, porque la mentira tiene las patas cortas y porque no se necesitan cazadores de bulos para desenmascararla, porque su ciclo de vida es casi instantáneo y porque la falsedad de un discurso no se demuestra analizando los datos en los que se ha basado sino la incoherencia entre sus premisas y sus conclusiones, en definitiva, la falsedad de una información se muestra en su incoherencia interna, en su falta de cohesión, que salta a la luz de cualquier lector inteligente sin necesidad de que le ayuden los inventos crematísticos de Ana Pastor (periodista) o los políticos de Pedro Sánchez.

Ocurre que los verificadores con buena intención -sí, no tengo por qué creer que no exista ninguno- se ven abrumados por tanta información como genera la red y entonces experimentan aquello que nunca debemos olvidar: no nos informamos para conocer sino para actuar, previa conclusión posterior a la información recibida. Pero con tanta información como nos llega, y encima contradictoria, es muy difícil concluir y, mucho más, aplicar las conclusiones. 

En cualquier caso, tenemos que luchar contra las tres saturaciones. La primera, la de sobreproducción, con un mínimo de austeridad, el viejo consejo cristiano de no crearse necesidades y disfrutar con lo que tenemos... que se puede disfrutar mucho. 

La segunda, la expansión monetaria, drenando la absurda sobreliquidez en la que vivimos, prohibiendo la emisión de criptomonedas y exigiendo a los políticos techos de deuda pública y limitando a los bancos las creaciones artificiales de dinero: hay que devolver la soberanía monetaria a los Estados soberanos.

La mentira tiene las patas cortas: la falsedad de una información se muestra en su incoherencia interna. Los verificadores llaman falsedad a aquello que no les gusta

Tercero, lo más importante, la saturación informativa. Es posible que esta no tenga remedio público entre otras cosas porque el poder puede aprovechar la necesidad de metabolizar el exceso de información que se recibe a través de la censura. 

O sea, que hay que combatir la saturación informativa con un mínimo de sentido común, si ustedes me entienden. No hay que leerlo todo ni estar a la última, Es más, yo recomendaría a quienes tienen la fortuna de no ser periodistas -una profesión extraordinariamente esclavizante- a leer los diarios, o la Red, con noticias de hace 48 horas. Por dos razones: en 48 horas la mentira y la desinformación fallecen, de muerte natural, salvo que intervengan Maldita o Newtral, en cuyo caso la vida del embuste se alarga por manipulación interesada, consistente en calificar como inexactitud todo aquello que me disgusta. No el periodista, el público en general, con 48 horas de perspectiva, el virus de la exclusividad, antaño conocido como el "virus del enteradillo", también ha muerto. 

Concluyendo: nos enfrentamos a la saturación productiva, la saturación monetaria y la saturación informativa. Contra la primera, la austeridad del sentido común, no la del sacrificio de que volvamos a la caverna, como proponen los ecologistas; contra la saturación monetaria mucho me temo que la obsesión con el futuro no debe guiar nuestra vida: no piense tanto en el mañana, viva en presente. El ahorro de dinero es una virtud porque así se lo aconsejan los gestores de activos, pero no tiene por qué ser verdad.

Y contra la saturación informativa, el virus más peligroso de todos, lo único que puedo aconsejarle es que sea menos 'pluralista', sea más amigo de libros que de periódicos o de redes sociales y, sobre todo, leer más que mirar, escuchar más que hablar y, sobre todo, deposite su confianza en pocas fuentes, no en muchas. 

Tres saturaciones: la sobreproducción, el océano de liquidez y el exceso de datos pueden llevar a la sociedad al manicomio. O a lo mejor es que ya estamos en él.