El presidente del Gobierno se ha convertido en un profanador de cadáveres y de altares. Pedro Sánchez se plantó el jueves en el Valle de los Caídos, ante los cadáveres -socialistas o franquistas, no está claro- y empleando, en su correspondiente alocución posterior, un lenguaje frente-populista. Además, advirtió que llevará a la ONU la involución ultra (así califica a las tres leyes autonómicas de concordia de gobiernos autonómicos del PP) "a los de siempre", a los fascistas. Todo sea por la convivencia pacífica entre españoles.

El lenguaje guerracivilista de Sánchez se produce en pleno ciclo electoral y cuando más acorralado se encuentra por los casos de corrupción, económica e ideológica, del PSOE, partido convertido por Sánchez en una grandísima mentira.

En el Valle de los Caídos, Sánchez se disfrazó de forense y se hizo fotografiar con los huesos de los allí enterrados. Una infamia repugnante.

Por cierto, no está claro si se trataba de huesos de 'víctimas' franquistas o republicanas, porque en los osarios del Valle están todos mezclados como corresponde a un complejo creado para la reconciliación de los españoles a la sombra de la cruz de Cristo y para honrar a los muertos de ambos bandos.

Es igual, el presidente, armado con una unidad móvil de TV, no sólo no pidió permiso para entrar en una basílica católica sino que ni saludó a Santiago Cantera, el prior de los benedictinos que son los que administran la propiedad... y a los que el Ejecutivo debe más de 2 millones de euros.. Entró en la nave de la iglesia, retador, con su equipo de gorilas detrás, naturalmente; profanador, de cadáveres y de altares, llegó justo ante la escalinata del altar, donde torció hasta los osarios, ante los que se fotografió con expresión de profundo sentimiento. Eso sí dejó el Sagrario en paz. 

Sánchez se disfrazó de forense y se hizo fotografiar con los huesos de los allí enterrados. Por cierto, no está claro si se trataba de huesos de 'víctimas' franquistas o republicanas. Da igual

Insisto: no se sabe si estaba honrando a víctimas del Franquismo o de la República.

Repetía el presidente que 160 familias tenían derecho a encontrar los restos de sus difuntos (no lo conseguirán ni la mitad de lo mitad) pero ocultó una mentira más de Sánchez, que 257 familias quieren que se dejen a sus muertos en paz. Lo que ocurre es que se ha hecho caso a las primeras y no a las segundas.

En cualquier caso, Sanchez no trataba de encontrar ningún cadáver sino de profanar a unos y a otros... además en una basílica católica. Según el Concordato entre España y el Vaticano, independientemente de la propiedad, en los lugares de culto, la que manda es la Iglesia y, salvo persecución penal, no se puede entrar en los lugares de culto sin permiso de la autoridad religiosa.

Basílica

Por eso llama la atención el silencio de la Jerarquía eclesiástica, un silencio cómplice ante la invasión presidencial. Mal vamos, tanto por parte de los obispos españoles como del vaticano: no olvidemos que el Valle de los Caídos es una basílica pontificia.

El presidente, armado con una unidad móvil de TV, no sólo no pidió permiso para entrar en una basílica católica sino que ni saludó a Santiago Cantera, el prior de los benedictinos. La Jerarquía eclesiástica mantiene un silencio cómplice ante la invasión

Y como los viejos socialistas de Largo Caballero clamaban a Rusia para internacionalizar el frentepopulismo de la II República y promocionaban las brigadas internacionales, también Sánchez pretende internacionalizar el conflicto... ¡de 1936! Así, siempre democrático, Moncloa llevará a la ONU las leyes de concordia de Castilla, Aragón y Valencia. Nada menos que a la ONU, para detener la reacción ultra que cunde por el mundo y que tanto preocupa al señor presidente, salvador del mundo. Recuerden quién es el ultra: el que no piensa como Sánchez.

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Mientras él, valiente y osado como ninguno, invade una basílica católica y se rodea de cadáveres en defensa de la democracia.

En el osario

¡Es una valiente! Con razón aseguró que pasará a la historia como el hombre que desenterró un cadáver muerto en 1975. Me pregunto qué hubiese hecho Sánchez si Franco estuviera vivo.

Es el Sánchez más patético y más repugnante: el vencedor de cadáveres

En cualquier caso, en eso ha acabado el Sanchismo: en profanación de tumbas y de altares católicos. Aquí se pueden recordar aquellas palabras: "Perdónales porque no saben lo que hacen". Pero también las de Chesterton: no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen. Es el Sánchez más patético y más repugnante: el vencedor de cadáveres.

Por cierto, si los españoles no reaccionan ante la nueva profanación de Pedro Sánchez... la culpa de lo que ocurra no será de Pedro Sánchez.