En el Ateneo de Madrid, de rancia historia masónica, el hombre de la nueva masonería, en España, es decir, Pedro Sánchez, representante del Nuevo Orden Mundial (NOM) se encontraba a gusto. El Ateneo es un edificio plúmbeo, muy próximo al Congreso de los Diputados, en el que aún reinan las plúmbeas doctrinas de los Hijos de la Viuda a los que la gente no identifica hoy porque su origen es satánico y el satanismo siempre se esconde. Ocurre que en el siglo XXI el satanismo se ha quitado la careta y no me extrañaría que en breve en el Ateneo se hablara más de religión... a su manera.

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Digo que Pedro Sánchez se encontraba a gusto en un lugar que entendía perfectamente su habitual hipocresía: por un lado, el aparato de propaganda de de Moncloa hacía melindres para recordar que ellos, como Gobierno, nada tenían que ver con la iniciativa de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, de entrevistarse en Bruselas, con un prófugo de la justicia española llamado Carlos Puigdemont, alias Puchi. Pero al tiempo, en el ateneo, Sánchez aseguraba que tomaría medidas valientes y arriesgadas -como con Mohamed VI en la cuestión del Sáhara- entiende por medias valientes aquellas que atentan contra el país que gobierna pero le posibilitan seguir gobernándolo. En resumen, las medidas que le exige Puigdemont.

Encima, en formato paripé, porque el acuerdo entre don Pedro y don Carles es un hecho desde el 24 de julio. De entonces aquí, "mucho teatrillo", como aseguraba un líder de Junts a Hispanidad.

Lo que nos devuelve, de nuevo a quien debe encargar la formación de gobierno: al jefe del Estado. Majestad tiene usted dos opciones: obligar a Sánchez a pactar con Feijóo o encargar a un tercero que forme gobierno. Lo que no puede aceptar el Rey de España es un Gobierno que trabaje a beneficio del mero mantenimiento en el poder de un personaje como Sánchez, que nos ha devuelto al guerracivilismo y que ha vaciado el país, apoyado, por tanto deudor, de todos los que quieren destruir España: ERC, Junts, Bildu y PNV.

Sánchez incluso presume de ello como otro de sus grandes triunfos, el triunfo de la política sobre los tribunales. Lo cierto es que representa el triunfo de la tiranía y de algo más: destruiré España con tal de quedarme al frente de un país, como rey de las cenizas.

Ojo, Majestad: ninguna de las dos opciones es buena para España. Ni el acuerdo Sánchez- Feijóo para gobernar al alimón o vuelta al bipartidismo, ni el nombramiento de un tercero. ni el uno ni el otro, que, aún de forma temporal, devuelva a España a la cordura. Incluso podría ser el dúo Felipe González-José María Aznar. Lo que necesita España es volver a su esencia cristiana en lo público... aunque antes deba volver en lo privado. Ahora mismo, el único partido cristiano español, Vox, está dormido, dormido de muerte. Pero, al menos, no volveríamos al Gobierno Frankenstein.

Majestad: atrévase. Luego no se queje si la alianza Sanchismo-orcos de Mordor, que usted haya posibilitado se vuelve contra la Monarquía: es lo suyo.