Mientras se celebraba la Apertura del Año Judicial en el salón de actos del Tribunal Supremo, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, estaba apoyando a la madrileña Isabel Díaz Ayuso en Arganda del Rey. Precisamente a Ayuso, a cuyo novio, Alberto González Amador, es a quien presuntamente espió el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.

Bueno, y lo de Pedro Sánchez, que no da puntada sin hilo, es mejor: visitó la base de las llamadas brigadas forestales... ¡en Castilla y León! Es decir, justo en la comunidad autónoma donde esas brigadas se han revuelto contra el presidente de la comunidad, el popular Alfonso Fernández Mañueco

Es igual, la estrella de la Apertura del Año judicial era Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado imputado, quien esta haciendo buena a Lola Delgado, su antecesora, lo cual, no me lo nieguen, nadie se lo esperaba.

Pero aquí nadie tiene límites, a pesar de boicot incluso de los propios fiscales, Ortiz tuvo el descaro de pronunciar un discurso que más parecía un mitin sanchista. No faltó de nada: ni el explícito apoyo a la reforma que pretende el ministro Félix Bolaños, ni lo grave que resultan los delitos ecológicos ni la violencia contra la mujeres.

Bueno sí, faltó algo: faltó una relación al delito más creciente y más alarmante de todos desde que Sánchez llegó a La Moncloa: los delitos sexuales, las violaciones a mujeres. Desde 2018 el número de denuncias por violación se ha triplicado.

Pero claro, un fiscal gubernamental no puede reparar en ello, recuerden que representa a un Gobierno feminista, gran protector de la mujeres, cuyo lema es la igualdad y que lucha denodadamente contra el machismo... sólo que no parece tener mucho éxito. 

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Por lo demás, decepcionante la aportación de Isabel Perelló, presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo: si defiendes la justicia de Sánchez y de Bolaños, denuncia, con nombres concretos, de quién la estás defendiendo. De otra forma, estás culpando a todos.

Vivimos en las dos Españas, esperemos que no acabemos tirándonos los muebles a la cabeza.