La verdad es que Ciudadanos tiene su gracia. Mientras el barco se hunde, Inés Arrimadas y Edmundo Bal se pelean a dentelladas por el reparto de la miseria. Las encuestas aseguran que podrían obtener entre 0 y 3 diputados, siendo posible cualquiera de entrambos extremos. Uno diría que lo que está en juego no da para generar tanta pasión por el mando, pero, miren por dónde, así es. 

En cualquier caso, Ciudadanos se ha convertido en el reparto de la miseria o la señal evidente de una sentencia fatalista: el liberalismo nunca triunfa en España. 

Quizás ocurra porque el problema del término liberalismo es que nos describe un concepto equívoco. Es decir, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de liberalismo? 

Un estadounidense entiende por liberal lo que los europeos llamaríamos un progres. Ya saben: abajo los curas y arriba las faldas. Nada que ver con la economía liberal. Es más se trata un tipo de liberal que, en materia económica, suele salirnos socialdemócrata.

En economía, también el término resulta equívoco. Para unos, para la mayoría, liberal es lo mismo que capitalista: libertad de mercado, Estado pequeño, mercados grandes, globalización, mercantilismo y sobre todo, libertad de iniciativa económica. Contra esta confusión entre liberalismo y capitalismo levantaría su voz Gilbert Chesterton, cuando aseguraba que el capitalismo defendía la empresa privada mientras el liberalismo defendía la propiedad privada. Es lo mismo, le respondían, a lo que Chesterton replicaba: de eso nada. Y si no, reparen en un carterista. En efecto, un carterista puede ser un gran defensor de la empresa privada pero no se le podrá considerar nunca un esforzado defensor de la propiedad privada.

Además, Chesterton, al igual que Hilaire Belloc, autor de El Estado Servil, insistía en que la lucha económica y por tanto la justicia social, no se libra entre el capitalismo y el socialismo sino entre lo grande y lo pequeño. 

El Estado, repetían, no es malo porque sea público sino porque es grande: la mayor de las multinacionales. Y lo grande es ingobernable y, además, siempre acaba por esclavizar a lo pequeño. 

Al mismo tiempo, el comunismo no era otra cosa que un capitalismo de Estado. Para Chesterton y Belloc lo bueno era el distributismo, la pequeña propiedad privada. Y así fue como Chesterton fue miembro del partido liberal inglés, no de los conservadores ni de los laboristas y así fue como Chesterton aún consideraba más grave el capitalismo que el socialismo. El comunismo, aseguraba es una utopía y como tal se disolverá. Y aunque tardó, así ocurrió.

Chesterton, además, supone el ejemplo señero de liberal cristiano. Muchos católicos, por ejemplo los carlistas, y hacen bien, sienten aversión por el término liberal. Y esto ocurre porque lo recogen en su acepción filosófica, con todo el relativismo fofo que conlleva. Insisto: los carlistas tienen razón. Ahora bien, existe un liberalismo filosófico y un liberalismo económico y este segundo sí es compatible com el cristianismo. Por eso, Chesterton, todo un maestro de tradicionalistas, fue miembro del Partido liberal inglés.

Ciudadanos es un partido progresista y capitalista, ni cristiano ni liberal

Ciudadanos es un partido abortista y capitalista, términos perfectamente compatibles. Es decir, el liberalismo progre liderado por tres agnósticos (Arrimadas, Bal y Villacís). Está última se burlaba, cómo no, en un sermón en la Semana del Orgullo Gay, de la que es muy devota, de quienes hablan de familia "natural", porque para ella existen unos 300 tipos de familia, poco más o menos. ¿Comprenden ahora por qué el liberalismo no gusta en España? Por casos como el de Ciudadanos: cristianófobo en política, capitalista en economía. Ciudadanos es el último partido por el que Chesterton hubiera votado. 

Y pese a ello, Arrimadas y Bal andan a dentellas por el reparto de la miseria. ¡Qué cosas!

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