Cuando un político empieza a decir que los medios mienten, que no publican informaciones sino intoxicaciones, y como toda prueba en contra ofrecen su propia palabra... es que ha comenzado su declive.

Pedro Sánchez ha empezado a perder el favor de los periodistas. Aún no el de los editores, claro, pero por ahí se empieza. Además, los editores caminan -caminamos, que yo soy periodista y editor- en dirección al sol que más calienta.

Hasta los periodistas más entusiastas de don Pedro empiezan a cansarse de dos cosas: sus mentiras y, lo que resulta más relevante, su chulería.

Dicen que un político debe desayunarse cada mañana con un sapo colgado en las portadas de la prensa. Ahora bien, una vez te tragas el sapo, el buen político vuelve a sonreír al plumífero que firma el artículo-sapo. En eso radica tu superioridad sobre él. Ahora bien, cuando empiezas a llamarle mentiroso es que has entrado en el plano inclinado.

En el caso de Sánchez hay algo aún más importante que perder el favor de la prensa: cada día que pasa tiene menos crédito en Internet. Ahora, a la WWW le llaman redes sociales, aún no sé por qué. Así que, si lo prefieren: Sánchez ha perdido credibilidad en las redes sociales. Cada día son menos los que le toman en serio y cada día son más los sarcásticos que los sardónicos, los irónicos que los críticos, más los cachondos que los insultones.

E Internet, o sea, los particulares, es más importante, mucho más, que la prensa: supone el principio del fin. A las encuestas puedes darles la vuelta cambiando de política, a tu propia imagen... eso resulta mucho más complicado y mucho más complejo. Porque una cosa es la comprensión y otra la decepción.