Donald Trump quiere hacer una nueva Gaza, expulsando, en teoría, a los 2 millones de habitantes de la zona. Asimismo ya ha enviado presos -inmigrantes o norteamericanos, a la base militar estadounidense en Cuba. Base militar de Guantánamo y está dispuesto a enviar otros a El Salvador.

Estas medidas son peligrosas. La de Guantánamo, la que menos. A fin de cuentas, se trata de una base militar norteamericana en Cuba.  

Lo de Bukele es peor: un país no debe soltar delincuentes y si una sociedad no tienen la energía necesaria para mantener a sus presidiarios en la cárcel, es que algo falla. La de Gaza es la peor medida de todas. Aunque Hamás se merece lo que le ocurre, no se puede mover a una población de 2 millones de personas, así, por las buenas. Eso es ingeniería social, uno de los capítulos menos honroso de la historia moderna. Además nunca da resultado. No coloques a la gente entre la desesperación y la muerte: puede que elijan la muerte.    

Ahora bien, mucho más atinado ha estado el nuevo presidente de los Estados Unidos cuando reduce sus aportaciones a la agencia de refugiados de la ONU, la UNRWA. Entre otras sosas porque ayudantes de la UNRWA han sido acusados por Israel de participar en la matanza de 7 de octubre de 2023.

Y aún mejor me sienta el abandono de Estados Unidos de la siniestra Comisión de Derechos humanos de Naciones Unidas. En este antro se ha producido la mayor inversión de valores del siglo XXI. Ahora los derechos humanos que defiende el núcleo del organismo nacido en 1948, con la Declaración de los Derechos del Hombre, son el derecho al aborto, la identidad sexual y demás barbaridades. 

Enhorabuena, señor Trump.