La festividad debía celebrarse el jueves 26 de mayo pero se ha trasladado al domingo posterior, día 29. Como todos los años desde hace demasiados años. 

Más. Ocurrió tiempo atrás en una Iglesia del extrarradio barcelonés. Una hispanoamericana acudió a la parroquia con ánimo de participar como una feligresa más en la vida sacramental. El sacerdote le negó la comunión por su situación irregular. La señora se marchó enfadadísima. A lo pocos días volvió y le confesó: 

-Perdone pero es que nos lo han puesto ustedes tan fácil que los feligreses nos habíamos acostumbrado a lo fácil.

Lo mismo le ocurrió a una lectora de Javier Paredes, cuando escribió en Hispanidad sobre la falta de respeto la Eucaristía que supone la masiva comunión en la mano que afirmó "tienes razón, ni yo misma había caído en la cuenta de lo que hemos degradado la Eucaristía". 

En esa línea, las órdenes religiosas que han aguado su nivel de exigencia, las parroquias y los obispados que intentan 'ponerlo fácil' a una feligresía presuntamente incrédula, la devaluación, en suma, del misterio, no sirve para retener a los fieles sino, muy al contrario, provoca que el misterio cristiano pierda atractivo, sobre todo, para los jóvenes. Ejemplo, ¿por qué se cambió la Festividad de la Ascensión del jueves al domingo? ¿Acaso piensa la jerarquía que los católicos no cumpliremos el precepto por ser día laboral? Seguro que no y los que falten a la eucaristía porque tienen trabajo es que no se la merecen.

La festividad de la ascensión ha sido devaluada. Un pena, porque en ellas festejamos unas palabras de Cristo que marcan la historia: Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo.