Ocurrió el jueves en la A-6, de entrada a Madrid. Un cliente ha contratado un UBER para que le lleve al centro de la capital. El conductor se empotra contra el coche de delante y la clienta, situada en el asiento de atrás, se golpea contra el reposacabezas delantero y acaba en el hospital, con una contusión facial importante. 

El conductor ni le pregunta cómo se encuentra y una amiga tiene que ir a recogerla. Pero, eso sí, le cobra 44,63 euros por 6 kilómetros de recorrido sin tan siquiera llevarle a su destino. 

En el hospital no consiguen saber cuál es el seguro de UBER pero es que tampoco el cliente logra ponerse en contacto con alguien en la plataforma que se haga responsable de lo ocurrido. 

Es el mundo de la plataformas: alta tecnología digital, poca humanidad, nula responsabilidad. Para esto, me quedo con el viejo servicio de taxi, donde opera más directamente el factor humano... para bien o para mal, pero es lo que tiene el factor humano: que resulta más humano que la máquina.