Como los periodistas nos guiamos por el tópico, ahora al Tratado de Maastricht, 1992, le llamamos reglas fiscales. Y entonces es cuando Olaf Scholz y Pedro Sánchez, el canciller alemán y el presidente español, aseguran que están hablando de lo mismo, de gasto público para ayudar a los desheredados. 

Pues no, porque Scholz presume de ayudar los pobres pero cumpliendo la estabilidad fiscal, mientras que Sánchez presume de lo mismo pero asegurando que las reglas fiscales son muy complejas. Yo la verdad es que las veo muy simples. 

A ver si nos entendemos, el Tratado de Maastricht, es la hoja de ruta por la que se guía la Unión Europea desde hace 30 años. Asegura Sánchez que las cuentas fiscales -o sea, Maastricht- son muy complejas e insinúa que responden al austericidio de la crisis de 2008, contra la que tanto claman los progresistas. Pues de complejas nada. Resumiendo un poco, ciertamente, pero sin destruir el espíritu del apartado económico de Maastricht, esas cuentas fiscales suponen que ningún país puede superar el 3% de déficit público sobre PIB -y, además, debe tender a cero- y que ningún país puede superar el 60% de deuda pública sobre PIB. Por otra parte debe vigilar la inflación, aunque este punto incumbe al Banco Central Europeo, más que a cada país.

Como ven, muy sencillo. Lo que ocurre es que el muy socialdemócrata Sánchez ha sido incapaz de contener el gasto, porque lo suyo es derrochar el dinero de los demás, el dinero público, mientras Scholz, otro socialdemócrata sabe que ahora -fondos europeos- en que empieza a mutualizarse la deuda, todos pagan a escote pero los derrochones cobran más que los frugales. Y resulta que Sánchez es un derrochón, así que el frugal Scholz no quiere pagar la fiesta de Sánchez.

Para entendernos, cumplir el déficit público puede resultar duro pero es bueno. Lo primero para quien lo cumple, que así no se endeuda y pueden bajar los impuestos ofreciendo unos mismos servicios. 

En resumen, tanto Scholz como Sánchez son progresistas y les gusta el poder, ahora llamado socialdemocracia. O sea, les gusta el dinero de los demás. Pero Sánchez quiere meterle la mano en el bolsillo a Scholz y eso a Olaf... como que no le agrada.