- El abertzalismo vasco-navarro consideraba que las fachas eran muy estrechas y que lo que molaba era el amor libre.
- Y en esto hemos terminado, en la más absoluta falta de respeto a la mujer.
- Y es que lo que no es verdad es mentira y lo que no está bien, está mal. Es decir, que bondad, al igual que verdad, sólo hay una.
- La violación eucarística y la violación de una mujer no son dos cosas distintas: es lo mismo.
- El actual ambiente de profanadores del cuerpo femenino ha sido propiciado, también, por el muy liberador feminismo.
- Con la llamada libertad sexual, quien más pierde es la mujer.
Me dicen que por qué no escribo sobre las
agresiones sexuales en los
sanfermines, en mi querida Pamplona, a la que tantos lazos me unen. Pues no lo he hecho hasta ahora porque, afortunadamente, hay consenso social y político en la reprobación de las agresiones sexuales. Y cuando hay consenso en oponernos a los miserables que se aprovechan de una mujer poco puede aportar la pluma. La batalla cultural hay que darla allí donde no hay consenso (ejemplo, la vida del no nacido).
Pero me animado cuando contemplo a las
autoridades navarras, especialmente a la
abertzale, bramar contra las violaciones perpetradas estas fiestas con la insufrible tontuna del "todos y todas" en los labios, como si eso fuera a arreglar algo. No se puede luchar contra las agresiones sexuales desde el
feminismo y desde el
abertzalismo nacionalista.
A ver señores de
Bildu y compañía: su abertazalismo no solo es una figura política. Durante muchos años, ha sido la alegría ante el tiro en la nuca, el aplauso al asesino -perdón, al patriota vasco- y el dolor y la humillación de las víctimas.
Era la soberbia abertzale, cuerpo político cada día más poderoso. Era, también y en paralelo, la venta de la inmundicia como libertad. Ejemplo: si una
mujer se negaba a vestir de ramera era una estrecha, probablemente del Opus.
En el San Fermín de la Transición y de la pretendida integración en Euskadi, las ofensas a la mujer eran tomadas como algo natural, cuando no como instrumento político (sobre todo si eran mujeres fachas). Las 'flojas' (frescas, en navarro-ribero) lo aceptaron de mejor o peor gana para que no las excluyeran y la grosería abertzale hizo el resto. Y alguna de las más íntegras, como más de una y de dos familias navarras, decidieron marcharse de
Pamplona en
San Fermín y dejarles la ciudad a los guiris y a los radicales euskaldunes.
Al final, izquierda y derechas navarras se contagiaron de una periódica -a la altura de julio- separación anual entre sexo y donación y entre sexo y procreación. El
despendole, vamos. Era la nueva moral abertzale impuesta a toda la sociedad navarra.
No, no siempre fueron las cosas igual en San Fermín. Es cierto que la bebida propicia la rijosidad pero no lo es menos que, antes, los pamplonicas sabían que, cuando se pasaban, estaban haciendo algo malo. El abertzalismo (que, como su mismo nombre indica, viene de berza) dio el paso sin retorno: si lo hago yo, no estará tan mal; si lo hacen los fachas sí.
Porque lo que no es verdad es mentira y lo que no está bien, está mal. Es decir, que la verdad, como la mentira es sólo una. Cuando la moral abertzale o más bien la ausencia de moral, se impone en la calle, se está sembrando para cosechar, entre otras cosas,
libertinaje sexual y agresiones sexuales. Y cuando el señor alcalde de Pamplona,
Joseba Asirón, asegura que el Ayuntamiento se personará como acusación particular contra los violadores detenidos (sííííí, presuntos) debería mirar atrás y ver por qué eso ha pasado y donde hemos llegado.
Por ejemplo, el Ayuntamiento de Pamplona no puede proteger y defender al profanador de formas eucarísticas,
Abel Azcona. No puede ofender a los católicos y, al mismo tiempo, bramar porque "todos y todas" no puedan disfrutar de la fiesta en San Fermín. Porque
la verdad es una y la moral también es una. Se profana la
eucaristía con el mismo ánimo con el que se viola a una mujer. ¿Qué el sacrilegio eucarístico y la violación son cosas distintas? De eso nada.
La razón última del profanador es la misma que la del ultrajador:
te impongo mi voluntad para satisfacer mi orgullo, católico, o para satisfacer mi animalidad, mujer. En cualquier caso, arraso de forma cobarde tu integridad. Moral o física… o ambas cosas a la vez. La violación eucarística y la violación de una mujer no son dos cosas distintas: es lo mismo. Los de Bildu no pueden inventarse persecución inquisitorial de los católicos (como hizo con la profanación, cuando el alcalde de Pamplona les acusaba de amenazarle), ni llamar arte a la
blasfemia y ahora pedir que los 'todos' respeten a las 'todas'. Quien siembra vientos…
Pero me temo que el actual ambiente de profanadores del cuerpo femenino ha sido propiciado, también, por el muy
liberador feminismo. El feminismo, igual que los chicos de HB, han separado el sexo de la entrega y el sexo de la maternidad. Con ello han destrozado, ante todo, a la mujer. Disfrazaron a las mujeres de coristas, porque eso era liberación femenina, proclamaron el libertinaje sexual más descarado pero, eso sí, sólo cuándo y como la mujer quiera. ¿Y eso cómo se hace? ¿Y qué más me da que tenga libertad para acostarse con quien quiera o vestir como quiera si tanto hombres como mujeres apelan a la
animalidad mutua y son incapaces de comprometerse?
Pues bien, esos polvos trajeron estos lodos. ¡Ah!, y podemos bromear mucho con el "van provocando", pero lo cierto es que la mujer es un sexo receptor, mientras que el hombre es emisor, tanto física como psicológicamente. Y esto no implica superioridad, sino una espléndida diferencia.
¿Justifica esto que el varón se propase? Contesto con otra pregunta: ¿de verdad es necesario que aclare que no, que no le justifica en modo alguno? Encima, en el inmoral esquema feminista o en el inmoral esquema abertzale
pagan justas por pecadoras y el que menos paga es el acosador, que tantas veces queda impune. He vivido muchos sanfermines y sé de lo que hablo. Los progres cosechan ahora lo que sembraron. Y no lo pagan ellos, lo pagan las pobres chicas violadas por miserables.
Por cierto, uno de los violadores ha salido de la
Academia de la Guardia Civil, ahora tan progresista, que hasta anima a la homosexualidad en sus filas. ¿Pero qué les enseña la Benemérita a sus nuevos agentes? ¿A forzar a jóvenes indefensas? No, simplemente la Guardia Civil ha aceptado que la liberación sexual es un valor en alza cuando no es más que una esclavitud, sobre todo para la mujer. Es decir, para todos pero, sobre todo, para todas. Y ha olvidado su principio primero:
proteger al débil del fuerte. En materia de fuerza bruta, el débil es la mujer.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com