Hay tres objetivos: derruir la cruz, cerrar la basílica y echar a los benedictinos
El Consejo de Ministros del viernes 31 de agosto ha incoado el procedimiento para exhumar el cadáver de Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos. Pero ojo, eso se hará de forma expeditiva: el objetivo final contra el Valle de los Caídos va más allá va como el propio Sánchez dijo, convertirlo en un cementerio civil. Lo que exige expulsar a todo lo “no civil” que existe en el Valle. Lo primero, la cruz, (“esa horrible cruz”, Carmen Calvo dixit) que es lo que los ‘progres’ de Moncloa no soportan. Luego, desacralizar la basílica, algo muy poco civil. Con ello, destierra al enemigo: Cristo eucaristizado. Por último, echar a los pocos civiles y monjes benedictinos que rezan en la abadía, un insulto a los combatientes republicanos allí instalados.
Ahora bien, por partes. Sánchez es un comecuras. No es ateo, es antiateo.
Recuerden que hay tres objetivos: derruir la cruz, cerrar la basílica y echar a los benedictinos. Lo primero lo hará el Gobierno, a “pesar de estar amenazado por la Familia Franco”: ¡Qué miedo!
En otras palabras: un cementerio civil. Pero eso se discutirá en el Parlamento
Lo segundo resulta mucho más difícil que lo primero, porque se les verá el plumero. Por tanto, se enviará al Parlamento para que la responsabilidad se diluya entre los comunistas de Podemos, los majaderos de Compromís, nacionalismos presuntamente ilustrados, separatismos zafios, etc.
Quiero decir que en algún sitio habrá que enterrar a Franco, pero derruir una de las cruces más grandes de Europa (insisto, lo que los progres no pueden soportar), así como cerrar una basílica solo pude ser entendido como lo que es: furia anticlerical, cristofobia venenosa, etc.
Pero como dijo, con increíble entusiasmo, la ministra portavoz: “Arreglar el pasado es propiciar un futuro justo para todos”. No se engañen; esto no tiene que ver con Franco: La destrucción del Valle de los Caídos se pretende como el comienzo de la destrucción de otros muchos templos y lugares de culto católico, convertidos en “cementerios civiles”.