• Todas las recetas verdes acaban en lo mismo: somos muchos, hay que abortar más.
  • Para el cristiano la naturaleza está al servicio del hombre, para el ecologista es justo al revés.
  • Y si el cambio climático va a acabar con la humanidad, créanme: la humanidad poco puede hacer salvo rezar.
En plena histeria por el cambio climático, verdadero ídolo de nuestro tiempo, la gran estafa del siglo XXI, hay que retratarse. No, no soy ecologista porque lo considero incompatible con mi fe cristiana. Al menos por tres razones. A saber: 1.- El ecologismo implica una falta de confianza en la Providencia. Los verdes del siglo XXI, además de muy pelmas, son verdes agónicos. Manejan, y presumen, encima, de manejar presupuestos científicos, magnitudes tan infinitesimales o tan inconmensurables, en cualquier caso, tan siderales e inaprensibles, que sus conclusiones son cualquier cosa menos científicas y no trasmiten sensación alguna de certeza. Al final, como decía Giovanni Guareschi, el padre Eterno se cansa, mueve ligerísimamente la falange tercera del dedo meñique de su mano izquierda y todo se derrumba y hay que volver a empezar. Esa falange se está moviendo de forma permanente y, por ejemplo, un volcán puede echar abajo todos los cálculos de los profetas de la agonía climática. Si realmente el calentamiento global fuera serio, si supiéramos que el cambio climático resultaba apocalíptico… entonces deberíamos abandonarnos, aún más, en manos de Dios, porque nosotros nada podemos hacer contra esas magnitudes tan inalcanzables, tan intratables. 2.- El ecologismo convierte al ser humano en medio y al planeta en fin. Es panteísmo puro, la forma más cruel de ateísmo. ¿Dónde queda el mandato bíblico de 'Henchid la tierra y sometedla'? 3.- Todos los ecologistas y demás paranoicos del cambio climático lo resuelven de la misma manera: somos muchos, hay que matar a los nuevos invitados al banquete de la vida antes de que nazcan. Nosotros no podemos. Al final, todas las actuaciones contra el cambio climático cocidas en Naciones Unidas consisten en eso: no tengamos hijos. Antes creía que también querían terminar con los ancianos, pero ahora pienso que no: ahora, al menos en el primer mundo, prefieren centrarse en la eliminación de nonatos dado que los que dirigen esta monumental estafa contra la humanidad, aprovechando como excusa el cambio climático, son ancianos muy apegados a la vida propia, que no a la ajena. De hecho, les apuesto doble contra sencillo a que en esas termina la Cumbre del Desarrollo Sostenible de la ONU, con su nueva 'engañufla' de Objetivos del Milenio, así como la Cumbre sobre el Cambio Climático de París: en que tenemos que tener menos hijos y abortar mucho más. No, no soy ecologista porque soy cristiano, y ambas cosas se han convertido en incompatibles: el cristianismo considera que la naturaleza está al servicio del hombre. El ecologismo cree que, por el contrario, es el hombre quien está al servicio de Gaia, la madre tierra, a quien deifica. Eulogio López eulogio@hispanidad.com