Mateo, Redondo y Tezanos: el trío de éxito del Sanchismo
Gracias a su trío de ayudantes (Rosa María Mateo, Iván Redondo y José Félix Tezanos) Sánchez ha logrado la respetabilidad, ese mundo ‘snob’ allá donde todo es aburrido porque nada está prohibido… ni por nada merece la pena luchar. Y así, el Sanchismo s ha convertido en un éxito sin precedentes.
Iván Redondo, es decir, Pedro Sánchez, marca las líneas doctrinales. Por de pronto, como ya no queda claro quién defiende cada derecho o si todos defienden todos los derechos. Redondo, en su ultima genialidad, ha decidido regresar a la Revolución Francesa. Ahora vende libertad, igualdad y fraternidad y los califica de ‘valores republicanos. Bueno, el lo escribe y ‘Pedro Maravilloso’ lo lee. Se olvida de que las aportaciones de la Revolución Francesa a la civilización fueron la gillotina y el genocidio. La primera, en las plazas de París, el segundo, en la región de Vendée.
Puestos a recuperar valores, Redondo se ha remontado a los “valores republicanos”: el genocidio y la guillotina
Otro hallazgo de Iván Redondo consiste en casar moderación y progresismo. Y así, las denominaciones antitéticas del siglo XIX español (o eras moderado o eras progresista) se han convertido en algo consustancial en lugar de alternativo: consustancial con el PSOE del Sanchismo que es “moderado y progresista”, todo a un tiempo. No hay que perder ni un solo voto.
El segundo adalid del maravilloso Sánchez es Rosa María Mateo, la presidenta de RTVE, quien supo antes que nadie que había elecciones. La RTVE de Sánchez no manipula: simplemente ha impuesto lo políticamente correcto, que es… lo que piensa Pedro Sánchez. En toda la democracia, no ha habido una tele tan adscrita al pensamiento dominante como la actual.
Tercer alfil: José Félix Tezanos. El CIS de Tezanos no recoge tendencias: las crea. En demoscopia, cuanto más grande sea una mentira antes se convierte en verdad. Al final, Tezanos crea tendencias, muy útiles en un pueblo como el español que siempre ha sufrido síndrome de Estocolmo respecto al inquilino de Moncloa, sea quien sea.