La Hispanidad. Del cura Montesino a Paquito de Vitoria: o cuando los españoles inventamos los derechos humanos
Lo cuenta José Javier Esparza, en su magnífica obra 'La Cruzada del océano' sobre 'la gran aventura de la Conquista de América'. Sucedió el 21 de diciembre de 1511, Iglesia de Santo Domingo, es decir, la Española, es decir, la actual República Dominicana. La flor y nata de la aristocracia colonial española, bajo la égida del gobernador Diego Colón, observa cómo el dominico de a pie, fray Antonio Montesino, sube al púlpito. El pater señala a la selecta concurrencia y les espeta, para romper el hielo, lo siguiente: "Todos estáis en pecado mortal".
Montesino, lo que no hubiera hecho ningún predicador protestante (entre otras cosas porque el predicador protestante estaría en el púlpito y en el Gobierno, todo a un tiempo), une religión y política a favor del más débil. Explotar al indígena, es, en efecto, pecado mortal, que contradecía, además, de forma flagrante, el testamento de Isabel la Católica, uno de las mejores reyes de la historia de España, donde dejó claro que la colonización era, ante todo, evangelización, no conquista y que esta evangelización conllevaba la consideración de cada indígena como hijo de Dios, igual en dignidad y en paridad de estima con los españoles.
Por eso, la colonización católica -española y portuguesa, no francesa- se caracteriza por el mestizaje, mientras la colonización inglesa y holandesa, es decir, protestante, se caracteriza por el genocidio y la sustitución de loa indios por la raza blanca venida del otro lado del océano. ¿O es que existe la raza anglo-india?
Menos mal que los españoles exportábamos curas. Gracias al poder de la Iglesia sobre la vida civil el monarca Fernando el Católico cambió las leyes de protección de los indígenas y dio la razón, no a las autoridades civiles, sino a Montesino. Y con esas leyes, cuenta José Javier Esparza, pasamos del cura Montesino a Francisco Vitoria, el creador español y cura, 'of course', de los derechos humanos.
'La Cruzada del Océano' pasa capítulo a las habituales mentiras sobre la colonización de América, mentiras originadas en Holanda y Reino Unido pero divulgadas desde la propia España… naturalmente.
Los españoles diezmaron a los indígenas en las tierras conquistadas. Mentira. Lo que ocurre es que los imperios amerindios eran un poquito cabrones. Y naturalmente, cuando llegaron aquellos hombres armados, muchos indios se arracimaron a su alrededor para defenderse de sus enemigos… indios.España buscaba el oro de América. Mentira. España buscaba la evangelización de América. Ese fue el mandato recibido del Papa y, con las excepciones debidas al ineludible hecho de que el hombre está marcado por el pecado original, España se preocupó porque buena parte de las riquezas de América se quedaran en América. La riqueza suficiente para construir universidades hospitales, etc., etc., etc. Además, esa riqueza no consistían en oro y plata sino en la propia tierra americana.
España fomentó la esclavitud en Hispanoamérica. Mentira: fue la primera potencia colonizadora que prohibió expresamente la esclavitud y que incluso llegó a apartar al descubridor, Cristóbal Colón, acusado de maltratar a los indios.
España se aprovechó de su poderío militar ante unos pobres indígenas desarmados. Mentira. Es cierto que en medio siglo España había conquistado un territorio veinte veces mayor que la Península ibérica. Pero los conquistadores españoles se enfrentaron, como exigua minoría a unos imperios amerindios mucho más poderosos. Lo que ocurre son dos cosas:
1.Que aquellos españoles creían en algo, en su fe cristiana, por ejemplo.
2.Que los indígenas ultrajados por aztecas, incas y demás imperios sangrientos de la zona (lo del buen salvaje es una de las mayores estupideces humanas) se unieron a aquellos extraños que predicaban a un Dios clemente, a aquellos, que, en resumen, les iban a librar de la violencia.
La España que acababa de detener a los islámicos en la Península -el único país conquistado por los musulmanes que ha vuelto a manos cristianas-, se lanzaba a la mayor gesta histórica de todos los tiempos al cruzar el Atlántico. Una verdadera cruzada de la que cualquier país se sentiría orgulloso… salvo esta España empeñada en echarse lodo encima. Como si la autocrítica fuera humildad y no soberbia disfrazada de apocamiento.
José Javier Esparza ha hecho un trabajo enorme. Merece la pena leer este libro. Descubrirá usted lo que nunca le habían contado y se peguntará por qué no se lo habían contado. A lo mejor era usted quien no estaba predispuesto a oírlo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com