Greta navega a Nueva York
El próximo mes de marzo Hispanidad cumplirá 24 años, que no en vano es el decano de la prensa electrónica española. Dicen que todo se conserva en la nube, pero cuando nació Hispanidad, la nube duraba un día, así que no he conseguido localizar –en la redicha nube- un maravilloso meme de hace no menos de 20 años, cuando empezaba a cundir la angustia vital por el deterioro del planeta. En ella, un concienciado se mostraba dispuesto a suicidarse para restar un depredador del medio ambiente pero aseguraba no encontrar la fórmula: enumeraba todo un elenco de suicidios posibles y -¡Ay dolor!- todos ellos tenían efectos contaminantes.
El apóstol universal (“No queremos vuestra esperanza, queremos vuestro miedo”) contra el apocalipsis climático y el salvamento del medio ambiente, la adolescente sueca Greta Thunberg, se ha marchado en velero –de lujo, naturalmente- a Naciones Unidas para darles la tostada a los chicos de la ONU, que a la hora de sufrir tostadas insufribles resultan sencillamente insuperables.
Pero a mí lo que me preocupa seriamente es que estamos criando una generación de niños-emperadores y niñas-petardas. El niño-emperador es un ser exigente, por ejemplo, exige que le diviertan de continuo, exige que todo gire a su alrededor. Los primeros satélites deben ser sus propios padres, a los que esclaviza sin piedad.
Ya decía Chesterton que la educación en libertad no existe, porque si le pidieran a un niño permiso para ser educado, daría el no por respuesta, salvo que se tratara de un idiota… o de Greta Thunberg.
No queremos vuestra esperanza, queremos vuestro miedo
La educación siempre es coercitiva porque exige disciplina. La felicidad puede suele ser consecuencia de la educación, jamás su causa.
El niño-emperador es un negrero y, por tanto, resulta insoportable.
Luego está la niña-petarda, que no expresa su desolación, sino su cabreo y, perdonarán la vulgaridad, su mala leche. La niña petarda siempre tiene algo que reprochar a los demás, nunca a sí misma. Lo suyo no es la autocrítica. Es una máquina de regañar y bastante insufrible. Y, naturalmente, no ofrece soluciones: sólo críticas.
Pero ya ven: suele tener bastante éxito mediático. ¿Familiar? No, por supuesto que la gente puede ser idiota y hasta pusilánime, pero no masoca.
Oiga, y Greta tiene 16 años. Recuerden que la adolescencia en el siglo XXI dura hasta los 30, más/menos. ¡Lo que nos queda!