- Enviar a la Fiscalía la carta de un profesor que se opone al homosexualismo traspasa todas las líneas rojas… hasta para un político.
- La ambición rubia oxigenada ha traspasado todos los límites.
- A partir de ahora, quien insista en que un católico puede votar al PP, una de dos: o no es católico o es masoquista.
No se pierdan el artículo de Hispanidad, edición del lunes, sobre Cristina Cifuentes. Primero impone el homosexualismo en las escuelas, tanto públicas como privadas. Esta chica es muy progre. Cuando los obispos madrileños le recuerdan que hablamos de un ataque a la libertad de enseñanza, a la libertad de expresión, a la libertad de cátedra (y también a la libertad religiosa) les responde que ella conoce a católicos que no piensan igual. O sea, que se constituye en obispa. Pero la ambición rubia oxigenada del PP aspira a mucho más: quiere ser papisa y, mayormente, presidenta de Gobierno de España. Si ya es grave que se imponga el homosexualismo a los pequeños indefensos, es más grave aún que Cifuentes amenace con retirar el concierto a un colegio por el hecho de que ese centro escolar quiera ser fiel a su ideario cristiano. Ya es grave convertirse en intérprete del Magisterio de la Iglesia, pero enviar a la Fiscalía al profe bajo la acusación de homofobia supera todos los límites imaginables… hasta en la ambición rubia oxigenada. Vamos, que si discrepas de doña Cristina puedes acabar en prisión. Y esta es la estrella emergente del Partido Popular. A partir de ahora, quien diga que un católico puede votar al PP, una de dos: o no es católico o es masoquista. Eulogio López eulogio@hispanidad.com