• El 'president' justifica el 27-S por la "situación excepcional" de Cataluña, ocultando que esa problemática excepcionalidad la ha creado él solito.
  • Nadie como Artur Mas ha confundido tanto a los catalanes sobre la burla a la legalidad.

El presidente catalán, Artur Mas (en la imagen), insiste en la "situación excepcional" que vive Cataluña para convocar las elecciones el 27 de septiembre. La lógica vuelve a ser tan aplastante y perversa como hace un año, cuando convocó el referéndum sobre la independencia. Regresa, en esencia, el mismo espíritu de aquella reivindicación (bajo el señuelo del derecho a decidir) y el mismo error de entonces: el choque con la legalidad. Porque de eso se trata cuando se convocan unas elecciones con un fin distinto, el plebiscitario, al de unas elecciones autonómicas: elegir entre candidatos y partidos y no entre opciones sobre la independencia. El lío es morrocotudo, pero a Mas -que está cavando su propia fosa política desde hace tiempo como en una novela de intriga-, le da igual que le da lo mismo. Se trata de seguir adelante como sea en un desafío cada vez más insostenible. Si en algo coinciden la mayoría de los comentaristas políticos, y por algo será, es en que se trata precisamente de un viaje a ninguna parte. El objetivo, en cualquier caso, es seguir adelante -no está muy claro ni cómo ni a dónde-, pero adelante. Todo pinta para escenificar a un imaginario pueblo en marcha hacia la independencia, al margen de cómo piense realmente ese pueblo. Una fábula. Ojo, y no es menos preocupante, desde ese punto de vista de vista, que los independentistas empiecen a hablar ya de que bastaría con una mayoría del 51% para tal propósito. El no va más de un empeño para partir en dos una sociedad. Esa es realmente la "situación excepcional" que vive Cataluña, que no se debe, como dice Mas "a la negativa del Gobierno a hacer una consulta legal y acordada", sino a un problema creado por el propio nacionalismo catalán al que el mismo nacionalismo catalán no encuentra salida. El disparate es mayúsculo. Las consecuencias, en cualquier caso, son nefastas. Nadie como Artur Mas ha fragmentado tanto a la sociedad catalana. Nadie como Artur Mas ha enviado un mensaje tan negativo y rupturista sobre Cataluña al resto de los españoles. Nadie como Artur Mas ha confundido tanto a los ciudadanos sobre la burla a la legalidad. Todo, para disimular una gestión de gobierno nefasta. Los años de la crisis, con el duro peaje social que ha supuesto para la sociedad española, han sido, en Cataluña, los años de la aspiración a la independencia (al menos en la cabeza de una hornada de políticos coyunturales). Triste balance, sobre todo si tenemos en cuenta que el paro, la desigualdad o el deterioro de los servicios sociales se han enquistado en Cataluña en igual proporción y con la misma tozudez o más que en el resto de las regiones españolas. Rafael Esparza