- Pregúntense algo: ¿Qué ocurriría si todos los católicos (se confiesan así el 71% de los españoles) decidieran votar en blanco?
- ¿O decidieran votar en conciencia y no sólo votar para ganar?
- Pues ocurriría que partidos católicos, hoy marginales, llegarían al Gobierno.
- Es más, ganarían por mayoría absoluta.
- El problema del voto católico no son los políticos -con serlo-: somos los católicos.
Inebriando al católico. Percibo en la
campaña electoral para el
26-J una cierta obsesión por inebriar al cristiano. Sobre todo, en el
Partido Popular. Sí, embriagarle con el concepto de 'moderación', como si el cristianismo no constituyera la
cosmovisión más radical de la historia.
Otra vez el católico en la encrucijada: ¿cómo votar en conciencia? Si vota en conciencia, y no para ganar,
tendrá que votar en blanco o a alguna de las formaciones minoritarias que, a día de hoy, no tiene posibilidad de vencer,
ni tan siquiera de obtener representación parlamentaria.
Desde luego, en conciencia, un católico no puede votar ni al PP, ni al PSOE, ni a Podemos ni a Ciudadanos. Y algunos, no se crean,
están hartos de votar tapándose la nariz.
Sí, percibo un curioso efecto de inebriar al
voto católico. Cada llamada que
Mariano Rajoy hace hacia la moderación me suena a eso: a
embromar al cristiano hablándole de moderación: mira, pío elector, ya sé que estás molesto con nosotros, con el PP, que te hemos hecho mangas y capirotes, una higa permanente, mofa, befa, ludibrio y escarnio. Pero escucha:
si no nos votas nosotros llegará Podemos. ¿No creerás que lleguen los orcos, ¿verdad?
Es más, de vez en vez, Rajoy se deja fotografiar con algún obispo y, sobre todo, en el PP no dejan de proferir la precitada palabra mágica:
moderación. Siempre he creído que si moderación y mediocridad empiezan por la misma letra por algo será, pero aún me sorprende más esa curiosa superposición entre cristianismo y moderación.
Lo que está claro es que, en conciencia, un católico no puede votar a ninguno de los cuatro partidos decisivos:
no puede votar al PP por tibio y porque incumple todos y cada uno de los principios no negociables del cristianismo.
Ahora mírenlo en positivo. El católico no está obligado a votar el mal menor. Es decir, no está obligado a votar a Rajoy. Y pregúntense algo: ¿Qué ocurriría si todos los católicos (se confiesan así el 71% de los españoles) decidieran votar en blanco? O mejor,
si decidieran votar en conciencia y no sólo votar para ganar?
Pues ocurriría que esos partidos, hoy marginales, llegarían al Gobierno.
Es más, ganarían por mayoría absoluta.
Y sí, los hay. Por ejemplo,
el izquierdista SAIN, que cumple con los derechos no negociables para el cristianismo. El derechista
Vox casi, porque siguen teniendo un cacao considerable con el
derecho a la vida y con la familia.
Y un católico también podría votar en blanco, introducir el sobre sin papeleta alguna en las urnas. ¿Se imaginan?
Un 70% de votos en blanco. Invalidarían los comicios y los políticos se atarían los machos.
El problema del
voto católico no son los políticos -con serlo-: somos los católicos. Siempre olvidamos las palabras del
Papa Wojtyla: "
El martirio del siglo XX es la coherencia". El del XXI, también.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com