Me lo envía ese intelectual con sentido común -una combinación ciertamente extraña, producto de una raza en peligro de extinción- que resulta ser mi amigo y tradicionalista Javier Garisoain. Y me viene al pelo, porque ya saben que en Hispanidad bramamos contra la desaparición del dinero físico… que está despareciendo sin necesidad de que la autoridad -monetaria, por supuesto-  se emperre demasiado en ello. Le basta con la aquiescencia de la fuerza motriz más intensa que remueve a las sociedades: la comodidad. 

Además, es el soporte de mi libertad interior, mucho más importante que las libertades públicas

La sentencia de don Javier es definitiva en efecto, las moneda y billetes pueden resultar incómodas pero cada transacción electrónica que se realiza te dejas un cabello de libertad y, sobre todo, de privacidad. Ten cuidado no te vayas a quedar calvo. En metálico, por favor. El rastro es más difícil de seguir y mi intimidad tiene un precio. Además, es el soporte de mi libertad interior, mucho más importante que las libertades públicas.