El despiste-desastre de Alberto Núñez Feijóo, uno de los fenómenos políticos más novedosos de la democracia Española. Al final, no sabemos si el gallego Feijóo sube o baja pero eso ya nos lo temíamos/ Foto: Pablo Moreno
Uno piensa que a Pedro Sánchez le debe molestar el cinturón de tanto bajarse los pantalones ante Puigdemont y Rufian... como su mismo nombre indica.
Pero no: su prioridad es permanecer en La Moncloa mañana y pasado mañana y, a estas alturas, tras perder las elecciones de julio, su única posibilidad es mantenerse como coima del separatismo catalán y vasco.
Y ahí surge el despiste-desastre de Alberto Núñez Feijóo, uno de los fenómenos políticos más novedosos de la democracia Española. Al final, no sabemos si el gallego Feijóo sube o baja pero eso ya nos lo temíamos. Ahora hemos alcanzado la novedad absoluta: no sabemos si el propio Feijóo sabe cuándo sube y cuándo baja.
Es el 'D-D Feijóo', despiste y desastre a partes iguales. ¿Despiste acerca de sus principios? Imposible, jamás los ha tenido. Despiste sobre qué debe responder a las andanadas de Sánchez... lo que le lleva a hacer una oposición incoherente, o sea, le lleva al desastre.
Feijóo no sabe aprovechar el cabreo profundo que ha creado Sánchez hacia su persona al forjar una España irrespirable. Hasta los que ya no aguantan a Sánchez se preguntan si Feijóo les sirve como alternativa o si tienen que volver a lo de Indro Montanelli: Tapaos la nariz y votad democracia cristiana.
En el caso de Feijóo basta con taparse la cabeza y no pensar ni sentir.
Don Alberto es un hombre sin principios, cuando eso acontece es fácil adivinar su final.
A todo esto, volviendo al problema 'territorial' que ha ocupado páginas de los diarios durante las Navidades: ¿qué diferencia hay entre prohibir un partido o prohibir la declaración unilateral de independencia (DUI, no confundir con el DIU)? Y más teniendo enfrente a unos indepes catalanes y vascos que se mueven por el apotegma clásico del perro del hortelano: ni como ni dejo comer... todo sea por fastidiar.
Además, el peligro de fondo, créanme, no es tal: Cataluña no tiene potencial económico para la independencia. Y aún cuando lo tuviera, se empobrecería si prescindiera de su principal mercado: España. Van de farol.