Sr. Director:
No comentaré los aspectos estrictamente teológicos, que giran en torno a la virtud humana y teologal de la esperanza. Aunque no faltan realidades actuales que abonan más bien la desesperación, ante la pervivencia de conflictos regionales -como Afganistán, Yemen o Siria- en los que están implicadas, quizá demasiado activamente, las grandes potencias, que son también las principales fabricantes de armamento: en oriente se combate con armas occidentales (incluidas aquí las rusas), fabricadas en países que teóricamente son partidarios de la paz. No deja de ser una de las grandes contradicciones del progreso global.
De otra parte, en ese tipo de conflicto, en gran medida secuela de los diversos tipos de violencia islamista, suele aparecer un rechazo radical de la diversidad: prevalecen criterios supuestamente identitarios frente a las exigencias de cooperación o solidaridad propias de la condición humana. De ahí que, en cierto modo, la lucha por una paz que permita la convivencia con personas tal vez muy diversas, enlaza con el objetivo ecológico que defiende la biodiversidad.
Ciertamente, y no deja de ser otra contradicción, existe una deep ecology que llega a ser enemiga del ser humano, al que hace responsable de todo mal que advierte en la naturaleza, aun a riesgo de poner entre paréntesis posibles males que hombres y mujeres se causan a sí mismos. Como se dan también casos patológicos de animalistas capaces de matar a quienes se oponen a su defensa a ultranza de los seres animados.