Sr. Director:
Primero con la ley de eutanasia, y ahora con la nueva y descabellada ley del aborto, ha vuelto a tomar relevancia el derecho fundamental a la objeción de conciencia, recogido explícitamente en la Constitución. Las nuevas leyes están sirviendo, entre otras cosas, para retratar a quienes conciben la objeción como un derecho secundario o, lo que es peor, como una concesión graciosa del Estado. Varios ministros se han encargado ya de recordarnos que existe el “riesgo” de que los supuestos derechos creados se vean limitados por una objeción de conciencia mal entendida.