Me queda la palabra
Blas de Otero

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,

Me queda la palabra.

Si he sufrido la seda, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,

Me queda la palabra.

Si abre los labios para ver el rostro
Puro y terrible de mi patria,
si abre los labios hasta desgarrármelos,

Me queda la palabra.

Vivimos una paradoja cultural inquietante: nunca se ha producido, compartido y consumido tanto lenguaje como hoy… y, sin embargo, nunca se ha pensado tan poco .

A pesar del bombardeo constante de palabras, imágenes y mensajes, nuestros adolescentes —y no pocos adultos— están sufriendo un preocupante empobrecimiento del lenguaje y una pérdida de la capacidad de pensamiento crítico.

Están perdiendo la capacidad más fundamental del ser humano: nombrar con precisión la realidad para poder comprenderla y pensarla .

Este fenómeno no es nuevo, pero se ha acelerado con el avance de las tecnologías digitales y el cambio radical en los modos de comunicarse y aprender.

La cultura de la inmediata, las redes sociales, el uso abusivo de pantallas y la sustitución del texto por la imagen han provocado un empobrecimiento drástico del lenguaje entre los más jóvenes. Y donde muere el lenguaje, muere el logos , es decir, el sentido, la razón, la verdad compartida .

¿Qué es el nuevo analfabetismo digital?

Es la pérdida progresiva del lenguaje articulado y del pensamiento crítico entre los jóvenes, causada por el abuso de pantallas, redes sociales y modelos culturales superficiales.

Un lenguaje cada vez más pobre: síntomas de una crisis profunda

Los síntomas están a la vista de cualquiera que trabaje o conviva con adolescentes. La mayoría emplea un vocabulario reducido, repetitivo, plagado de muletillas y anglicismos de moda .

En plan, bro, literal, ¿hola?, rentada, random, cringe, mood, bug, lache… y un largo etcétera de palabras que usan como latiguillos, como tics verbales para todo.

La capacidad de redactar un texto con coherencia, de comprender un texto complejo, de expresar con matices una emoción o una idea abstracta, se desvanece .

Las conversaciones se reducen a frases cortas, emojis y memes. Y, en consecuencia, se deteriora el pensamiento , porque en los matices está la sutileza de la comunicación . Qué sería, por ejemplo, del mundo diplomático sin la existencia de delicados matices en las conversaciones más comprometidas.

Sí, es inevitable:

El deterioro del lenguaje es un empobrecimiento del pensamiento .

Porque no se puede pensar sin palabras .

El lenguaje no es solo un instrumento de comunicación externa; es el medio a través del cual nos comunicamos con nosotros mismos , la forma en la estructura que conocemos el pensamiento, comprendemos el mundo y nos damos a conocer.

Pensar consiste, en última instancia, en hablar con uno mismo —aunque sea de Perogrullo recordarlo—. Y para poder hacerlo, es imprescindible conocer y dominar el idioma , saber poner nombre a los objetos, a las circunstancias, a las situaciones. Poder expresar matices es la única forma de avanzar en la comprensión de cualquier concepto, idea o experiencia . Aprender es, en el fondo, nombrar con mayor precisión.

Y para ello, por supuesto, hay que estar dispuesto a cambiar de opinión , a dejar de repetir como un loro. Solo así se puede pensar.

Sin un lenguaje rico no hay pensamiento profundo, no hay diálogo interior, no hay autoconocimiento .

El empobrecimiento del lenguaje es empobrecimiento del pensamiento y, con ello también, inevitablemente, empobrecimiento del alma .

De la palabra al estímulo: la dictadura de lo inmediato

Este nuevo analfabetismo no es fruto del azar . Es el resultado de una ingeniería cultural que ha desplazado el logos —la palabra, el sentido, la razón— por el estímulo .

El lenguaje articulado exige esfuerzo, tiempo, interioridad. Por el contrario, el lenguaje visual y fragmentario de las pantallas activa impulsos, no reflexión .

Genera consumidores, no pensadores. Fomenta la reacción, no la contemplación.

Los adolescentes viven en un entorno que premia la rapidez y penaliza la profundidad . Si nos enseñan su canción favorita, será raro que la escuchen hasta el final… dos minutos es demasiado tiempo sin recibir nuevos estímulos .

Una cultura basada en likes , stories , reels y frases de impacto no prepara a nadie para leer a Cervantes, a Homero oa San Agustín . Pero tampoco para mantener una conversación seria, para escuchar con atención o para comprender el sufrimiento del otro.

Sin lenguaje no hay empatía, no hay historia, no hay verdad .

Y esto es especialmente grave porque implica la pérdida de acceso a los grandes relatos que han dado sentido a la humanidad . Quien no puede comprender el lenguaje simbólico, narrativo o poético, queda excluido del tesoro espiritual, literario y filosófico de Occidente .

No podrás comprender la Biblia, ni a Dante, ni siquiera el drama humano de una novela. Y en ocasiones le costará incluso “leer” su propia vida .

Recuperar los logos desde la educación

Ante esta realidad, la educación no puede permanecer indiferente . Recuperar el lenguaje es una tarea urgente si queremos formar personas libres , que busquen la verdad y que sean capaces de amar.

Y esta recuperación no empieza con una reforma curricular en la escuela o con un cambio de hábitos en casa, sino con un cambio de mentalidad y de prioridades .

Debemos volver a poner el lenguaje en el centro de la educación .

Leer en voz alta, escribir a mano, memorizar poesía, analizar textos, debatir con respeto, escuchar con atención, aprender palabras nuevas, cultivar la gramática, la sintaxis, la etimología… Todo eso, que hoy suena anticuado, es en realidad profundamente revolucionario .

Y no basta con defender el lenguaje como herramienta funcional. Hay que transmitir su dimensión espiritual : el lenguaje como reflejo del alma, como espacio de encuentro, como signo de nuestra condición de seres racionales y relacionales.

Enseñar a hablar bien es enseñar a vivir bien .

Todos los centros educativos —pero especialmente los que transmiten una cosmovisión cristiana del hombre— deben resistir la presión de reducir la enseñanza del lenguaje a competencias superficiales .

Y las familias, deben comprender que regalar a los hijos un lenguaje rico y profundo es mucho más valioso que regalarles el último artilugio electrónico .

Un adolescente que aprende a expresarse con precisión, que sabe leer el mundo con palabras, será más libre y más feliz .

Cinco consejos prácticos para recuperar el lenguaje y el pensamiento.

  1. Lee con tus hijos desde pequeños : No dejes la lectura solo al colegio. Crea momentos de lectura en voz alta, comenta los libros, hazles preguntas. Un niño que ama las palabras tiene muchas más posibilidades de amar el pensamiento.
  2. Reduce el uso de pantallas : Limita los dispositivos en casa, especialmente en los momentos clave del día. Promueva actividades que requieran lenguaje: juegos de mesa, escritura creativa, charlas familiares sin prisas.
  3. Enriquece su vocabulario activamente : Introduce palabras nuevas en las conversaciones, explícales su origen y significado. Habla con precisión y exige precisión. Las palabras son herramientas de pensamiento.
  4. Enséñales a escribir bien : No solo redactar por cumplir. Escribir con estructura, belleza y corrección. Corrige sus textos con paciencia, explícales cómo mejorar, ayúdales a encontrar su voz.
  5. Sé ejemplo de conversación profunda : Habla con ellos de temas importantes. No rehúyas las cuestiones difíciles. Muéstrales que el lenguaje sirve para expresar lo verdadero, lo bueno y lo bello. Y que en él habita la posibilidad del encuentro.

La educación del lenguaje no debe ser una asignatura más: es la condición de posibilidad de todo tipo de aprendizaje .

Sin lenguaje no hay pensamiento, sin pensamiento no hay verdad y sin verdad no hay libertad.

Recuperar el logos es, hoy más que nunca, un acto de resistencia.