Pablo Echenique, el número dos de Podemos -creo-, respondía a Ciudadanos, porque los chicos de Rivera encuentran sorprendentes puntos comunes entre Podemos y el magnate. Irritado, o sea, ligeramente cabreado, don Pablo ha argumentado que ellos fueron los primeros -luego ha habido muchos, en eso tiene razón- en llamar fascista a Donald (en la imagen), no el pato, sino el nuevo presidente de los Estados Unidos. La verdad es que la palabra fascismo empieza a carecer de significado, como les ocurre a aquellos conceptos que acaban utilizándose como insulto. ¿Es un fascista Donald Trump? No. Puede ser racista, pero el racismo no era propiedad del fascismo sino del nazismo. Fueron aliados pero no fueron lo mismo, a pesar de que ambos nacieron del socialismo. La distinción es clara con la figura del Pío XI, el Papa que, sin solución de continuidad, aplaudió a Mussolini por pactar la creación del mini estado vaticano, que aseguraba cierta independencia a la Iglesia y, al tiempo, lanzaba la dura condena contra el nazismo en la encíclica Mit Brennender Sorg. La Iglesia condenó el comunismo por ateo, el racismo por ateo y racista, y también condenó la idolatría fascista acerca de la nación. Y el cristianismo tampoco es conservador. Lo único que quiere conservar la Iglesia es el dogma. Cuando se dice que Donald Trump se está rodeando de conservadores no se dice que esté rodeándose de cristianos, sino de tipos con muy pocas entrañas. Sea cierto o no, que esa es otra historia. Pero el cristianismo poco tiene de conservador. Conserva la raíz pero las hojas cambian de continuo. No, Donald Trump es un patán pero no es un fascista y tampoco un conservador. Sus actitudes despectivas hacia otras razas -xenofobia, si se quiere- no da para mucho más. Hispanidad redaccion@hispanidad.com