Estábamos preocupados. Los pobres okupas de Barcelona se veían obligados a enfrentarse a la policía. El hecho de que el balance de los enfrentamientos fueran de tres cabezas policiales escalabrados por cada okupa detenido no significa nada: en primer lugar, porque esos son balances fascistas y, en segundo lugar, porque los manifestantes se limitaron al ejercicio de la legítima defensa ante unas fuerzas represoras que pretendían fusilarles. Por tanto, ¿qué menos podía hacer doña Ada (en la imagen) que ofrecerles la propiedad robada a los ladrones? Pero el pérfido propietario se ha negado. ¡Cómo no! Pedí lo que le había costado. Pero hombre, si entre el precio de compra y el presunto precio de la presunta venta, los okupas han destrozado el local (con actividades culturales, se entiende) y, por tanto, el precio ha tenido que devaluarse. Pero ya se sabe que la propiedad es un robo (salvo el presupuesto público de doña Ada naturalmente) y los ladrones son todos aquellos que posean algo en propiedad. Hispanidad redaccion@hispanidad.com