Caso real. Ruta Madrid-Gijón, sábado 30 de julio. Una de las más rentables, más frecuentadas y… con clientes a los que la compañía que preside Pablo Vázquez castiga con cierto sadismo. El tren se retrasa media hora pero por la megafonía de la estación de Chamartín nadie informa de nada. Por pantalla tampoco. Simplemente, el tren no está colocado en la vía, cosa que se hace veinte minutos después de la hora de salida. Por fin, los viajeros suben a bordo. Tampoco informan las azafatas, sólo pendientes de saber si todo el mundo ha pagado su billete. El revisor, muy celoso para comprobar asimismo, si se ha colado alguien, tampoco informa si no se le pregunta. Estamos en verano y eso. Señor Vázquez al público en general le importa una higa el Ave La Meca-Medina e incluso el concurso de suministro de nuevos trenes AVE para RENFE. Lo que le importa es, sencillamente que cuando paga un billete se le ofrezca el servicio prometido. Sobre todo, porque tiene derecho a ello, claro está. No importan los retrasos. Lo que importa es la afabilidad. Sobre todo con quien te paga el sueldo: el cliente. Hispanidad redaccion@hispanidad.com