Toca tiempo de milagros y hechos sobrenaturales, lo que ocurre es que los silenciamos. Cualquier hecho extraordinario es apartado sin estudiarlo, sin comprobarlo. Lo cual no deja de resultar muy poco científico. Domingo 28 de mayo, ya no jueves de la Ascensión. Una fiesta que antes era jueves y hoy domingo, poco citada. De hecho, a casi ninguna niña se le pone hoy el nombre de Ascensión. Sin embargo, de trata de una fiesta extraordinariamente actual. Primero, por aquello de "Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo". Segundo, por lo que decía San Jerónimo: "Los milagros fueron precisos al principio para confirmar con ellos la fe. Pero una vez que la fe de la Iglesia está confirmada, los milagros no son necesarios". A lo mejor es que el mejor políglota de toda la historia no pensó en la Gran Tribulación de los últimos tiempos. Porque lo cierto es que vivimos una era de profusión de milagros y de hechos preternaturales, sólo que de milagros silenciados por el terror que sentimos, no ya al contacto con Cristo, sino también a lo meramente numinoso, al mundo espiritual. Hemos olvidado que si lo natural no tiende a lo sobrenatural acaba convirtiéndose en antinatural, en terror a lo espiritual. En ello estamos. Hispanidad redaccion@hispanidad.com