Ya les hablamos en otra ocasión de la PSD2, que como les dijimos, no es una consola de videojuegos, sino la Segunda Directiva sobre Servicios de Pagos. Ahora, la señora Calviño, esa ministra que no manda Nadia (John Müller, dixit), está dedicada a su transposición a la regulación española mediante la oportuna norma. Son las labores a las que se pueden dedicar mientras Pedro y Pablo se comen su merienda.

Ella lo hace porque es lo que tiene que hacer. Es su obligación, aunque… le quiten la merienda. Pedro y Pablo, que continúan en el siglo XIX, piensan que lo importante es que se note quien se come… la merienda. Como Maduro, que se ha comido toda la merienda de Venezuela.

La adaptación de la PSD2 va con retraso. Más que nada porque el Ministerio ya tiene solicitudes de diversas compañías, unas voluntarias, otras por recomendación del Banco de España, para obtener la licencia. Los bancos, además, están muy interesados en controlar la figura de los AISP, las compañías que podrán tener acceso a la información sobre todas las cuentas, tarjetas y créditos que permiten a un cliente realizar pagos con independencia de la entidad en que las tenga. El AISP tendrá toda la información de un pagador, aunque el pagador tenga sus medios de pago en varias entidades. Esta información es vital.

Esta información probablemente se sobrevalore al principio, tal y como ocurrió con la transaccionalidad o capacidad de compra en internet en torno al año 2000, pero, al final, como la transaccionalidad, se demostrará que tenía un gran valor, aunque un poco más tarde. Eso sí, no tan tarde como cuando la crisis de las punto.com en el año 2000, porque todo va más deprisa. Mientras, Pedro y Pablo juegan al siglo XIX y Nadia los ve y no hace salvo aquello que le pide la UE y que no llama la atención de los dos primeros. Si ellos terminan quedándose con el tablero nos pasará como a Venezuela: transmitiremos la miseria por las ondas porque ésta, la miseria, no es incompatible la alta tecnología.

Aún piensan que con más gasto se soluciona algo

Al fin y al cabo, la tecnología nueva permite saltarse los pasos anteriores sin salir de la pobreza. Me explico: cuando a África llegó la telefonía móvil casi no había cableado telefónico, así que se pasó de la ausencia de telecomunicaciones por falta de cable, a internet y todo ello sin abandonar la pobreza en muchos casos.

Pedro y Pablo podrían hundir el país mientras nuestras exiguas rentas, públicas, por supuesto, se nos abonan, previo aviso, por SMS, en nuestras cuentas corrientes. La tecnología punta no asegura el pan, como sabían los rusos. Entonces, porque no había para todo y era lo uno o lo otro: trigo en Ucrania o soyuz orbitando.

Hoy es un poco distinto porque alguna tecnología (la de telecomunicaciones, pero no la biomédica) es muy barata y efectista. Así, usted puede no tener para comer, pero sí Twitter para discutir.

Pedro y Pablo saben que el poder es decidir quién come y cuánto come y que cuanto menos coman los más, más poderosos son ellos. En Palo Alto, California, mientras tanto, pueden seguir aumentando las prestaciones de la red y la Ministra de Economía asegurándonos unos magníficos servicios financieros acordes con la PSD2… que para Nadia sirven.