Sin entrar en otros aspectos, comentados en tantas críticas ya difundidas, lo más relevante del film es ese esfuerzo de un padre que lucha ferozmente por un futuro común junto a su hijo; un niño sensible que, pernoctando ambos en el dormitorio común de un albergue benéfico, le asegurará espontáneamente: "eres un buen papá". Conmovedora y suprema confirmación de su titánico empeño. Un drama, por tanto, que recuerda a la celebradísima y casi olvidada Kramer contra Kramer. Pero, tales actos heroicos, ¿no eran patrimonio incuestionable y exclusivo de las mujeres? Una película similar, ¿sería posible en España?
Lo desconozco. De lo que sí estoy seguro es que su protagonista –en nuestro país- habría terminado detenido un par de días en comisaría acusado de maltratos físicos y psicológicos, expulsado de su domicilio familiar, arruinado económica y psicológicamente, criminalizado y marginado. Veámoslo.
En una escena clave, Will Smith sujeta a la que todavía es su mujer por un codo (presunto maltrato físico), mientras que con tono muy elevado y decidido le exige que no se lleve a su hijo a Nueva York (presunto maltrato psicológico). Sorprendentemente, ella cede… y desaparece de sus vidas. Sin mayores consecuencias para el padre. En España, sin duda, un episodio así únicamente puede concebirse en las categorías del relato de fantasía… y de la querella criminal.
Como fruto extremo de la denominada ideología de género, el sistema judicial, legal y asistencial español no admite que un varón pueda desarrollar análoga capacidad de trabajo, ejercicio de responsabilidad familiar y voluntad educativa, que cualquier mujer. La presunción legal, en estas cuestiones, siempre es a favor de la mujer. Destruirla es muy complicado, por no afirmar que imposible; además de políticamente incorrecta. Y no hablemos del principio de presunción de inocencia del hombre, eliminado en la práctica por la legislación penal que pretende combatir la violencia doméstica. De esta manera, las declaraciones constitucionales de igualdad ante la ley y de no discriminación por sexo son meramente retóricas. Y no son las únicas.
¿Son responsables las mujeres de esta situación? Algunas, sin duda. Pero, en su inmensa mayoría, también son sus víctimas; además de tantos padres. En cualquier caso, los principales afectados siempre son y serán los hijos.
La trama narrativa de En busca de la felicidad, así concebida, no podría elaborarse, por todo ello, en España. Y, mucho menos, subvencionada…
Cuando terminó su proyección en el cine, miré alrededor. Observé visibles muestras de satisfacción entre los varones y algunas mujeres. Pero también rostros femeninos muy serios; seguramente por su desacuerdo con la trama central. Y no podía ser para menos: ¡se atreve a cuestionar uno de los dogmas ultrafeministas más pregonados, después de milenios de sumisión!
Sin duda, cuando la conciencia personal no se cultiva, y se carece de un entorno humano que ayude a vivir más humanamente, no es complicado caer en el capricho, la arbitrariedad y la violencia; unas tentaciones universales. Si, además, las leyes y los medios de comunicación imponen este modelo radical de raíces marxistas, tales comportamientos serán avalados y facilitados socialmente.
No son generalidades ni abstracciones. Las muertes por violencia doméstica, los síndromes de alineación parental sufridos por cientos de miles de niños, los numerosos suicidios de hombres víctimas del acorralamiento judicial y social, las crecientes falsas denuncias (por presuntas agresiones, maltratos y abusos sexuales) que conllevan inevitablemente terroríficas consecuencias para los estigmatizados, las secuelas psicológicas de tantas y tantos, etc., son palmarias demostraciones del estrepitoso fracaso humano de esa ideología totalitaria en su proyección legal. Eso sí, revestida de sacrosantas e indiscutidas declaraciones de intenciones que vaticinan la liberación femenina, el progreso indefinido, el ejercicio sin límite alguno de la libertad personal… Pero, tan inmenso caudal de sufrimiento, ¿es el inevitable canon del progreso humano?
Semejante falta de realismo, de censura y alienación, ¿no les recuerda acaso, a las absurdas e inhumanas falsedades de los experimentos sociales comunista y nazi?
José Oroquieta Castro
Revista digital Arbil, Nº 110, enero de 2007