La literatura picaresca atribuye el sobrenombre de obispa a las brujas condenadas a pasear con un sobregorro para diversión del pueblo soberano. Es decir, que en lenguaje coloquial, en nuestro siglo de oro una obispa era una bruja.
Valga esta aclaración para dejar claro que Trinidad Jiménez, concejala socialista del Ayuntamiento de Madrid, no es una bruja. Ella más bien aspira a obispa, sólo que laica, naturalmente. Lleva ya en su haber una docena larga de bodas, la última la de su compañero Pedro Zerolo (no sé de qué me suena este nombre) quien ha perpetrado matrimonio con su compañero de siempre, un tal Santos, que no estoy seguro haga honor a su apellido.
Por eso, la obispa Trini ha explicado a El Mundo, un periódico progresista de derechas, o progre-capitalista, que antes de casar a los contrayentes, la obispa Trini les recibe para que le cuenten su historia de amor. La obispa es una oficiante sensible, y no quiere casar sin más ni más. Antes que conocer a los agentes de la ceremonia para, de este modo y según propia confesión, lanzar una homilía laica, que cosecha grandes aplausos entre la concurrencia.
Nada agrada más a la obispa que elegir con los novios -¡qué tía más pelma!- la música con la que los contrayentes entren en la sala. Y al final, tras la homilía laica, la obispa Trini concluye: En nombre de Su Majestad el Rey, y por las facultades que me otorga la Constitución y textos legales, os declaro marido y mujer.
Pero para que Zerolo no se encampane, y para que Su Majestad pueda serlo de todos los españoles ellos, ellas y ello- la obispa, siempre abierta los nuevos tiempos, no despidió a Zerolo y su boy con un marido y mujer, sino con un yo os declaro unidos en matrimonio.
La obispa le ha cogido el gusto al cosa, y en breve ha prometido que bautizará laicamente a quien se lo pida, como ya hacen sus colegas catalanes, confirmará en la fe socialista a quien se lo solicite. La extremaunción le da canguelo pero está pensando en una fórmula con un tal doctor Montes, del hospital de Leganés. La obispa sueña con ordenar laicodotes sacerdotes laicos, por si no habían caído-, a todos los ministros del Gobierno Zapatero.
Ahora bien, lo que de verdad le hace ilusión a las obispa Trini es la confesión laica. Lo que disfrutaría ella escuchando los pecadillos ajenos: hasta confesaría a Gallardón.
Porque claro, lo de la Trini es llevadero. A fin de cuentas, estamos volviendo todos un poco gilipollas. Ahora bien, lo que no es llevadero es la horterada permanente. Eso no, por caridad.
Eulogio López