No sólo eso, sufrimos la peor inflación desde que Rodrigo Rato tomara las riendas de la política económica. Sin embargo, la misma encuesta asegura que el PP, un mes después de las elecciones, se ha derrumbado. En tras palabras, los españoles no perdonan la división interna en los partidos pero, al mismo tiempo, consideran que el Gobierno no es el culpable de la crisis económica -que no lo es- ni de elaborar una política contra dicha crisis -que sí lo es-.
En definitiva, tal parece que el PP sea un agente al servicio del PSOE. Sabíamos que ZP controla el mundo mediático con escasísimas excepciones, a su vez enfrentadas entre sí, y que es el presidente democrático que más ha hecho por destruir la libertad de prensa, pero es que el PP se las pone como a Fernando VII. Si yo fuera Zapatero, suprimiría los Consejos de Ministros y la presentación de normas en el Parlamento. ¿Para qué?
Como decía aquel votante -demócrata- norteamericano: si en mi país se hubiera dado el 11-M habríamos votado a Aznar para que lo arreglara, sobre todo si era él el que lo había provocado. Y es que los norteamericanos tienen muchos defectos, pero no son cainitas, ni cumplen el primer mandamiento de la política española: Cara, yo gano; cruz, tú pierdes. Son menos tramposos y menos sectarios
Ahora bien, la crisis del PP marca el momento en que los españoles que creen en una serie de principios se unan alrededor de los cinco valores no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de educación y bien común, al que hay que añadir el de libertad religiosa, cada vez más urgente. Este es el momento, una vez más, de que partidos como Familia y Vida, Solidaridad y Autogestión Internacionalista, Comunión Tradicionalista o Alternativa Española se unan bajo esos principios y recojan a los que ya no aguantan más, no la división del PP, sino el centro reformismo, esto es, la incoherencia del PP.
Es otra oportunidad: no convendría desperdiciarla, porque a lo mejor sucede que la división del PP se hace crónica.
Eulogio López
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