Estamos tan acostumbrados a ver el montaje en TV que ya nos parece normal y, sobre todo, sincero. Todo comienza con la nueva patera donde han muerto varios bebés que han sido arrojados por la borda ya cadáveres para convertirse en pasto de los peces. Con la conciencia del espectador a flor de piel, aparece el presidente del Gobierno español, por ejemplo en Marruecos, advirtiendo contra la inmigración ilegal y las mafias causantes de la tragedia. Desde luego las mafias son culpables, pero la causa es la miseria del Tercer Mundo, especialmente del mundo islámico y africano, dispuesto a jugarse la vida para huir, no sólo de la miseria, sino también de la opresión. Y la causa es, también, una Europa cerrada a cal y canto al desesperado.
La hipocresía de ZP y del resto de los gobiernos europeos que han consensuado la política migratoria, en este mes de julio de 2008, es doble. Por un lado emigración ilegal es lo que ellos deciden que es ilegal, que para eso son los que hacen las normas. Ellos han decidido que quien quiera entrar en Europa, legalmente, debe traer consigo un contrato de trabajo. Ahora bien, si ya tiene un trabajo en un país de la UE es porque ese país le necesita. Para eso no hace falta política migratoria alguna.
La segunda parte de la trampa consiste en que los que mueren en el océano son los más menesterosos, aquellos que más necesitan vivir en un país donde no se mueran de hambre. Ahora bien, ¿alguien puede creer que el ciudadano de Sierra Leona puede obtener, y en origen, un contrato de trabajo en España? Salvo contadísimas excepciones, y éstos serían legales, no posee la formación necesaria, ni conoce el idioma.
La Unión Europea se enorgullece de defender la migración legal, cuando lo que está haciendo es convertir en legal la injusticia, cerrar las fronteras a los impecunes, aceptar a quien tiene algo que ofrecer y consagrar el "tanto tienes tanto vales". La solidaridad queda fuera.
El pasado viernes se celebraba la festividad de Benito creador del monacato occidental con su famoso 'ora et labora', que le ha convertido en patrón de Europa. El fallecido Juan Pablo II glosaba así su figura e, indirectamente, reflejaba la política migratoria que acaba de aprobar la Unión: "Se puede desligar el trabajo de la oración y hacer de él la única dimensión de la existencia humana. La época actual tiene esta tendencia. Se tiene la impresión de la prioridad de la economía sobre la moral, de la prioridad de lo material sobre lo espiritual".
Se enorgullece ZP de que, durante la semana vencida, ha conseguido imponer sus criterios migratorios a toda la Unión Europea bajo Presidencia francesa. Y, para desgracia de todos, y merma de la necesaria justicia social, es totalmente cierto. La UE ha cedido ante España y acaba de aceptar el cierre de fronteras salvo a los que traigan un contrato bajo el brazo -es decir, el cierre de fronteras- al tiempo que ha renunciado a lo mejor: al contrato de integración, es decir a oblgi9ar la inmigrantes a respetar los valores del país de acogida. No a los valores que se exponen en los consulados holandeses, mujeres en 'top less' y matrimonios de homosexuales que, según el Ejecutivo de los Países Bajos, definen los valores del país, sino a los principios creadores de la Europa libre.
Porque, en efecto, en España y en Europa se está dando la peor migración posible: cerrada a los más pobres y basada en la deportación constante de éstos, al tiempo que se permite que entren en el continente personas que odian los valores que han conformado Europa, que no son otra cosa que valores cristianos. Europa está cerrada a los impecunes pero, eso sí, los menos impecunes que han logrado instalarse aquí no tienen que ser leales al país que les acoge sino al patrón que les paga el salario. Ni que decir tiene que, con ese criterio, los africanos lo tiene de color de hormiga para entrar en Europa, y que, desesperados, continuarán muriendo en el Estrecho, frente a la costas de Canarias o Almería. Pero, eso sí, esa inmigración será legal. Mortal, pero legal.