La principal función de Diego López Garrido no es la que su título ostenta: portavoz parlamentario socialista. No señor, Don Diego es, antes que nada, el guardián del fin de semana, responsable de las declaraciones week-end del PSOE. A la canallesca hay que darle carnaza de continuo, porque lo periodistas, una de dos: o copian o piensan, y si piensan se convierten en seres peligrosos y antipáticos. Al burro muerto, la cebada al rabo, y al periodista vivo, el titular a mano.
Por eso ha sido él quien ha salido al quite de la manifestación del Foro de Ermua en Madrid, y de las críticas a la utilización del himno nacional español en la misma.
Según Garrido, se ha utilizado en una marcha partidista algo que es de todos. Muy cierto. Ahora bien, si es de todos los españoles cualquier español puede utilizarlo, sea particular, asociación o partido político. Y lo mismo ocurre con la bandera. Con criterio amplio, el único requisito para utilizar himno o bandera es el de ser español.
¿Qué es lo que ocurre? Pues que al progresismo, -que no a la izquierda, ojalá el PSOE fuera de izquierdas- ha caído en su propia trampa. Con tal de aislar al PP y convertirle en un partido de extrema derecha, se ha prohibido cualquier alusión al nombre de España, a la bandera de España o al himno, que encima no tiene letra. Los progres han conseguido algo tan absurdo como que en España tararear el himno o exhibir la bandera sea síntoma de fascismo.
La prueba del nueve la tuvieron el sábado.
En la misma línea, el presidente de E.ON, Wulf Bernotat advertía en la mañana del lunes 5 que cuando se hagan con Endesa, la Empresa Nacional de Electricidad no perderá su hispanidad. Supuesto, y no admitido, que no estuviera aludiendo a los importantes activos de Endesa en Hispanoamérica, se supone que Bernotat apuntaba a tranquilizara a un presunto patriotismo español sobre su compañía más emblemática, lo mismo que ocurriría si, por ejemplo, un grupo español fuera a controlar el Deutsche Bank (la que se montó cuando pretendió hacerlo el norteamericano Citigroup). Pero don Wulf no debería preocuparse: el patriotismo español no existe. Sus palabras son como aplicar un bálsamo a una herida hace tiempo cerrada. En España somos tan europeos, tan modernos, tan globales, tan planetarios que sólo nos tiramos los trastos a la cabeza entre nosotros mismos.
Eulogio López