Los intermediarios de derechos de autor y de propiedad intelectual proliferan como hongos. Pero el primero, el genuino, el mejor, fue, y es, la SGAE. La SGAE inventó el adulling, consistente en llevar a un comisario de policía o a un director del Ministerio de Cultura, a Navalmoral de la Mata, para que explique lo malo que son los negritos del top manta, y el daño que hacen a la propiedad intelectual vendiendo discos y películas pirateadas. Luego invitan a comer al tal comisario y le ofrecen unas entradas para Port Aventura, pongamos por caso. Es el adulling, que trata de crear conciencia en las fuerzas vivas, no porque la piratería sea tan grave como dicen, sino porque, de esta forma, los intermediarios de los derechos de autor, tipo SGAE, consiguen vivir a cuerpo de rey, representando los intereses de escritores, cantantes, novelistas, cineastas, etc. Como si se tratara de los antiguos tratantes de ganado, el intermediario consigue más dinero que el ganadero.
Pero si la SGAE inventó el adulling, los productores, distribuidores e importadores audiovisuales (televisión y cine) han inventado el medalling. Así, en el Círculo de Bellas Artes (dónde mejor) el juez levantino Julio Guerrero Zaplana, titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Murcia, recibía de la Federación Antipiratería (que agrupa a los sectores antedichos, con instituciones como UVE, ADIVAN, ADECAN, etc) una medalla por su labor a la hora de velar por la protección de la propiedad intelectual y por su lucha contra la piratería, ojo al dato más allá de lo que su profesionalidad exige. O sea, más allá del cumplimiento del deber, como Rambo.
Y lo peor de todo es que Su Señoría aceptó el galardón. Algo parecido a como si un juez monetario aceptara una medalla otorgada por un banco de inversión por su labor contra el blanqueo de dinero. Como se enteren Emilio Botín y Francisco González, en breve serán muchos los magistrados condecorados. Teresa Palacios, sin ir más lejos, de la Audiencia Nacional. El medalling, nuevo deporte nacional. Por lo demás, se tata de un medalling liberal, es decir, otorgado por la iniciativa privada, no pública. Pero eso es un detalle secundario.
No cabe la menor duda de que, en el siglo XXI, la libertad de expresión y de información se van a jugar en el terreno de los derechos de autor, hasta conseguir un equilibrio entre el libre acceso a la información y la necesidad de recompensar a los creadores y financiar la creatividad. Pero, en el entretanto, lo cierto es que los únicos que ganan en toda esta batalla son las SGAE, los intermediarios que actúan en nombre de unos y en contra del público en general, encareciendo la obra artística o informativa.