Ayer martes por la noche, el catedrático de Historia del Pensamiento Económico de la Universidad Autónoma de Madrid, Pedro Schwartz, daba en la Cámara de Comercio de Valencia una conferencia sobre los basamentos institucionales que garantizan el progreso económico. Defendía Schwartz que la economía necesitaba una política que respetara la propiedad privada y la libre empresa, y garantizara la seguridad jurídica. O sea, lo previsible.
Lo llamativo estuvo en considerar la pobreza como natural y la riqueza como extraordinaria. Cuando la realidad es exactamente la opuesta. El mundo es naturalmente rico en recursos naturales y los hombres hemos sido capaces de explotar esos recursos con enorme eficiencia. El problema no es producción, sino de distribución. Y la pobreza no es fruto de la naturaleza, sino de la corrupción. De la corrupción de la política y de los agentes económicos.
La anécdota divertida la marcó el propio conferenciante al entrar en la sala de la Cámara de Comercio. Un salón organizado de tal forma que parecía un aula universitaria. Y con los asistentes formalmente sentados esperando el magisterio del maestro. En este entorno, Schwartz quiso romper el hielo: "Saquen ustedes papel y bolígrafo que voy a empezar a dictar apuntes". Una anécdota divertida para unos contenidos a priori liberales.