En mi opinión debería que haber sido Lech Walesa quien dirigiera la Unión Europea, o al menos un hombre llegado del antiguo Este europeo, al menos para contrarrestar que el centro neurálgico de los 27 se sitúe en Bruselas, es decir en el Oeste, con un oriental viendo de la antigua Europa comunista, precisada de líderes que le haga hablar con voz propia en Bruselas y, desde la capital comunitaria, en el mundo.

Lo de presidente europeo es un poco pomposo, más bien el papel de la nueva figura será la de coordinador de los consejos europeos -lo escribo en minúscula porque el consejo europeo no es una institución sino una reunión de presidentes de Gobierno- sin necesidad de abandonar sus actuales cargos.  

Pero no ha habido tanta suerte. El nombramiento del belga Herman Van Rompuy como presidente del Consejo Europeo y a Catherine Ashton reflejan lo que es la Unión Europea. Son dos hermanos los que mandan: París y Berlín, que siempre han considerado a Holanda y Bélgica como dos apeaderos -para los franceses, los belgas son como los leperos para el español: objeto de los mejores chistes. Dos hermanos a quienes se une un primo respondón, Londres, que ha colocado a su Mrs. Pesc, es decir, a la británica Ashton, por aquello de la cuota femenina (recuerden lo de aquel viejo socialista: Yo soy partidario de la Igualdad de mujer, no de la paridad... (que es una parida de mucho cuidado).

Van Rompuy asegura que está deseando recibir la famosa llamada de Henry Kissinger, es decir, la llamada de Washington en busca del representante europeo, pero él sabe que no es verdad. Insisto: no será el presidente del Consejo Europeo aunque así aparezca en sus tarjetas, sino el coordinador de ese Consejo, que jugará un papel similar al del secretario de un Consejo de Administración: no será él quien tome las decisiones. En Europa mandan el canciller alemán y el presidente francés con la condición de pagar un tributo al espléndido aislamiento del número 10 de Downing Street, para que no sientan tentaciones atlánticas. El reto de los 24 países no manda un pimiento. No obstante, Merkel y Sarkozy prefieren que su secretario sea del patio trasero. Colocas a un polaco, un español, un austriaco o un danés y vaya usted a saber lo que puede ocurrir.

La parte positiva. La baronesa Ashton va de progre pero Van Rompuy se confiesa católico practicante -no, eso no es un seguro hoy en día en la clase política europea-. Eso sí ha mostrado su posición a la entrada de la islámica Turquía en la UE, postura que defienden Alemania y Francia y a la que se opone nuestro Capitán Trueno de la Alianza de Civilizaciones, el presidente español.

Algo es algo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com